El príncipe que inspiró a Drácula: un hallazgo científico revela su trastorno de hemolacria

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El príncipe que inspiró a Drácula: un hallazgo científico revela su trastorno de hemolacria

Todos recuerdan el Drácula literario de Bram Stoker, pero menos saben que nació de la historia de un lujoso príncipe que labró una temible reputación repeliendo las sucesivas oleadas de invasores otomanos a los que empalaba como castigo: hablamos de Vlad III Drácula, cuyo último nombre, en su época, no generaba ningún escalofrío. Pero en estos días, cuando la leyenda de Drácula, como vampiro ya se consolidó en la memoria colectiva, un flamante dato llama la atención de los seguidores de la historia: un nuevo estudio científico ha hallado lágrimas de sangre en una cara.

En base a la investigación se asoció la teoría el sangrado se debía a ciliopatías, un grupo de enfermedades genéticas implicadas en la formación de los llamados cilios, estructuras que pueden moverse y permiten el desplazamiento de diversos fluidos y partículas. Sucede que la disfunción de los cilios provoca un número variado de trastornos, como el Síndrome de Joubert, el Síndrome de Meckel, el Síndrome de Bardet-Biedl o la enfermedad poliquística renal, entre otras patologías. Sumado a esto, los investigadores también descubrieron que Vlad II pudo haber tenido una infección en las vías respiratorias que le llevaba a escupir sangre.

Vlad III, señor de Valaquia en el siglo XV, fue reconocido por la crueldad y violencia con la que ejerció su gobierno. La carta fue escrita en 1457 y contiene tres péptidos de proteínas localizadas en la retina y las lágrimas, por lo que llegaron a la conclusión de que el famoso emperador podría haber padecido hemolacria, un trastorno que provoca la mezcla de plasma en el líquido de los conductos lagrimales, resultando en lágrimas teñidas de sangre.

La crueldad y violencia de Drácula

Drácula era famoso en todo el continente por la variedad de métodos de los que se valía para terminar con sus prisioneros, que iban desde la decapitación hasta las de hervilos o enterrarlos vivos. Pero el que le dio el sobrenombre fue su forma predilecta de ejecución: el empalamiento. Una estaca de madera era clavada cuidadosamente entre las nalgas de la víctima, emergiendo justo debajo de los hombros. El cruel método dejaba intactos todos los órganos vitales, de manera que el inmolado pasaba al menos 48 horas retorciéndose de sufrimiento inimaginable antes de morir.

Se dice, por ejemplo, que su primo hermano, Ştefan cel Mare (Esteban el Grande), ’empaló por el ombligo, en diagonal, uno encima del otro’ a 2.300 prisioneros turcos en 1473, que fue adorado como santo desde poco después de su muerte, y canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rumana en 1992. Sin embargo, la enormidad de una matanza a manos de Drácula una década antes que la de Esteban el Grande fue tan épica, incluso para los estándares de su época, que le aseguró un lugar en la posteridad. Después de reiterados intentos fallidos de conquistar al príncipe rebelde, el sultán Mehmed II, cada vez más impaciente, reunió y dirigió personalmente un ejército de 90 mil soldados en Valaquia. Pero el ímpetu y la moral de ese impresionante asedio sufrió un duro golpe cuando el ejército turco se acercó a la ciudad de Târgoviște y se quedó sin aliento ante una escena infernal. En un área de aproximadamente un kilómetro y medio, 23.844 cautivos del anterior ejército otomano de Mehmed habían sido empalados en un semicírculo. El macabro bosque desmoralizó a las fuerzas de Mehmed, a las que los hombres de Drácula, utilizando disfraces y tácticas de guerrilla, fueron eliminando poco a poco durante meses hasta que finalmente, los sobrevivientes se retiraron.

Además de lo mencionado anteriormente, sacrificaba animales para privar al enemigo de transporte y alimentos, y usaba la guerra biológica alentando a afectados por lepra, sífilis, tuberculosis y la peste ‘a vestirse al estilo turco y se entremezclarse con los soldados enemigos’. En otra ocasión, invitó a masas de ancianos, enfermos, pobres, cojos y ciegos a un gran festín en un comedor de Târgoviște, sólo para encerrarlos y quemarlos vivos. Sí, todo un sanguinario, de sangre y lágrimas hablamos.

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