Flavio Briatore, una figura tan polarizante como icónica en el mundo de la Fórmula 1, ha regresado al paddock con un objetivo claro: descubrir y moldear al próximo campeón mundial. Este italiano de 74 años, conocido por su genialidad, excentricidad y controversia, ha dejado una huella indeleble en el deporte motor a lo largo de su carrera.
Nacido en Verzuolo, un pequeño pueblo italiano, Briatore escaló rápidamente en el mundo de los negocios, pasando de administrador de clubes nocturnos a colaborador de la marca Benetton. Fue allí donde su instinto de cazador lo llevó a fichar a un joven Michael Schumacher en 1991, moldeándolo con la frialdad de un depredador y llevándolo a sus dos primeros campeonatos mundiales en 1994 y 1995.
Pero Briatore no se detuvo allí. Después de su éxito con Schumacher, olfateó otro diamante sin pulir: Fernando Alonso. Juntos, en la escudería Renault, destronaron a Ferrari y a Schumacher en 2005 y 2006, desafiando el establishment y alimentando la leyenda de su aura de padrino intocable.
Briatore es un genio oscuro que opera en los límites de lo aceptable, un encantador de serpientes que convierte pilotos en campeones y equipos en dinastías.
Sin embargo, la tragedia acechaba. El famoso y vergonzoso Crashgate en el Gran Premio de Singapur de 2008 fue el Apocalipsis de Briatore, llevándolo a ser expulsado indefinidamente de la Fórmula 1. Pero, en un giro digno de una novela negra, el magnate consiguió el perdón al poco tiempo gracias a que el tribunal francés de primera instancia consideró que la investigación tenía varias irregularidades.
Ahora, en pleno 2024, Briatore vuelve a hacer ruido en la F.1 con el equipo Alpine y un interés feroz por Franco Colapinto, el joven talento argentino que debutó este año en la Máxima. Colapinto representa todo lo que Flavio ama: talento en bruto, hambre de gloria y un futuro electrizante. Si Briatore lo adopta bajo su ala, podríamos estar viendo el surgimiento de otra era dorada en el automovilismo.
Para muchos, Flavio Briatore es un mito viviente, un genio oscuro que opera en los límites de lo aceptable. Su regreso al paddock, ahora con Colapinto en la mira, es un recordatorio brutal de que la Fórmula 1 no solo necesita héroes, también necesita villanos. Y Briatore, queramos o no, sigue siendo el mejor en ese papel.