Rodolfo Benicio Velázquez, conocido por su nombre artístico Polilla, era un payaso de circo de la vieja escuela que se resistía a ver cómo la profesión que amaba evolucionaba hacia un estilo más superficial y menos auténtico. Nacido en el seno de una familia de cirqueros, Polilla creció inmerso en el mundo del espectáculo, aprendiendo desde temprana edad a hacer reír a las multitudes con su talento y carisma.
A lo largo de su carrera, Polilla se convirtió en un ícono del circo criollo, destacándose por su habilidad como actor y su capacidad de conectar con el público a través de la comicidad. Sin embargo, a medida que pasaban los años, observó con tristeza cómo los nuevos payasos se alejaban de esa tradición, centrándose más en efectos visuales que en la verdadera esencia del arte del payaso.
La Lucha por Mantener Viva la Esencia del Circo
En una entrevista con un cronista que visitó el Circo Rodas, Polilla, ya retirado y con 76 años, expresó su preocupación por el rumbo que estaba tomando el oficio de payaso. Ahora los cómicos creen que saben todo y no saben nada. Hacen pavadas nomás, no hacen comicidad
, lamentaba el veterano artista, añorando los tiempos en que los payasos eran verdaderos actores que sabían cómo conectar con el público a través del humor y la actuación.
Para Polilla, el payaso era el alma del circo, y sin ellos el espectáculo perdía su esencia. Si no hay payaso, no hay circo. Un circo sin payaso es como un jardín sin flores
, decía con convicción. Recordaba con nostalgia a los grandes payasos de su época, como Marrone, Olmedo y Firulete, quienes eran verdaderos maestros de la comedia.
El Último Acto de un Ícono
En sus últimos años, Polilla se retiró del ruedo, observando con pesar cómo el circo que amaba se transformaba. Sentado en la galería de su casa rodante, pasaba horas contemplando el horizonte, absorto en sus recuerdos y lamentando la pérdida de la esencia del circo tradicional.
Fue en una de esas tardes, cuando el cronista que lo había visitado en el Circo Rodas logró finalmente entablar una conversación con el veterano payaso. Polilla recitó con emoción un poema que reflejaba la tristeza y la soledad del artista que debe ocultar sus propias penas detrás de una sonrisa. Fue un momento conmovedor, una despedida silenciosa de un ícono que se resistía a ser olvidado.
Poco después, el cronista se enteró de que Polilla había fallecido repentinamente, dejando atrás un legado de risas y un profundo anhelo por preservar la esencia del circo criollo. Su historia se convirtió en un homenaje a los artistas que luchan por mantener viva la tradición, incluso cuando el mundo a su alrededor cambia.