En 1957, en medio de la crisis del petróleo derivada del conflicto del Canal de Suez, la industria automotriz británica se encontraba en un punto crítico. Mientras los fabricantes tradicionales seguían apostando por vehículos grandes y potentes, la escasez de combustible hizo que los coches burbuja alemanes, como el BMW Isetta, comenzaran a ganar popularidad. Fue entonces cuando Leonard Lord, presidente de British Motor Company (BMC), encomendó a Alec Issigonis la tarea de diseñar un automóvil que revolucionaría el mercado: el Mini.
Issigonis reunió a un equipo de expertos y, en julio de 1957, lograron construir el primer prototipo, conocido internamente como Caja Naranja debido a su tamaño y color. El proyecto fue aprobado y pasó a denominarse oficialmente ADO-15.
El diseño del Mini rompió con los esquemas tradicionales. Con solo 3,054 metros de largo, 1,41 metros de ancho y 1,34 metros de alto, debía ofrecer una habitabilidad óptima a pesar de sus dimensiones reducidas. Para lograrlo, se utilizaron soluciones innovadoras, como la colocación de las ruedas de 10 pulgadas en los extremos del vehículo, el motor montado de manera transversal y la caja de cambios ubicada debajo del mismo, dentro del cárter. Además, el radiador se instaló de forma lateral para reducir el espacio ocupado.
Otra característica destacada del Mini fue su suspensión de tacos de goma, un sistema innovador que eliminaba la necesidad de resortes convencionales y contribuía a maximizar el espacio interior. La tracción delantera evitó la intrusión de un túnel de transmisión, mientras que el diseño interior se optimizó con detalles como ventanas deslizantes en lugar de elevalunas y amplias bolsas rígidas en las puertas.
El Mini fue lanzado al mercado en 1959 con un motor de 848 cc que producía 33 CV. A pesar de su modesta potencia, su ligereza de apenas 580 kg lo hacía ágil y divertido de conducir. Con el tiempo, el modelo evolucionó, incorporando motores más potentes de 1000, 1100 y 1300 cc, así como versiones mejoradas de la suspensión, como la Hydrolastic.
Gracias a su diseño y desempeño, el Mini se convirtió en un referente en competiciones automovilísticas. En la década de 1960, el Mini Cooper, una versión desarrollada con la colaboración de John Cooper, brilló en rallys y carreras de turismo, derrotando a vehículos de mayor tamaño y potencia. Su dominio en el Rally de Montecarlo y otros eventos consolidó su reputación como un coche pequeño, pero imbatible.
En 1994, BMW adquirió British Motor Company y su conglomerado de marcas. Bajo la gestión de la marca alemana, el Mini fue completamente rediseñado, aumentando significativamente su tamaño y equipamiento para adaptarse a las exigencias del mercado moderno. Se convirtió en una marca independiente dentro del grupo BMW y, a pesar de su crecimiento en dimensiones y precio, mantuvo el espíritu original de versatilidad y diversión al volante.
Actualmente, la gama MINI (se escribe con mayúscula desde que adquirida por BMW) incluye diversas variantes, incluso una versión eléctrica que busca adaptar la icónica marca a las tendencias de movilidad sostenible. El Mini no solo cambió la manera en que se diseñan los automóviles compactos, sino que se convirtió en un símbolo de ingenio y adaptabilidad. Su evolución bajo distintas gestiones demuestra que un buen diseño puede trascender décadas y reinventarse sin perder su esencia.