En marzo de 2008, el ministro de Economía, Martín Lousteau, publicó la Resolución 125, que establecía un sistema de retenciones móviles a la exportación de soja, girasol, trigo y maíz. Esta medida, lejos de ser una simple cuestión técnica, desencadenó un conflicto que sacudió los cimientos de la Argentina durante cuatro meses.
El Gobierno buscaba desacoplar los precios internos de los productos agropecuarios del alza internacional, además de capturar parte de esa renta extraordinaria. Sin embargo, las principales entidades del campo -Sociedad Rural Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas, Federación Agraria Argentina y Coninagro- se unieron en la llamada Mesa de Enlace Agropecuaria y anunciaron un cese de comercialización y bloqueos de rutas.
Un Conflicto que Dividió al País
Lo que comenzó como una disputa técnica pronto se convirtió en un enfrentamiento político y social de proporciones. El Gobierno intentó negociar, pero las partes no lograron llegar a un acuerdo. El conflicto escaló hasta convertirse en el tema central de la agenda política y mediática del país.
Hubo marchas y contramarchas, renuncias ministeriales, cortes de ruta y cacerolazos. Finalmente, el proyecto de resolución llegó al Congreso, donde la votación en el Senado terminó en un empate 36-36. Fue entonces cuando el vicepresidente Julio Cobos, en ejercicio de la presidencia del Senado, emitió su famoso voto “no positivo”, lo que significó la caída de la Resolución 125.
Más que una Disputa Técnica
Según el ensayo de Javier Trímboli, el conflicto de 2008 fue la cristalización de una lucha de clases que venía gestándose en los años previos, oculta bajo la idea de “reparación” del primer kirchnerismo. La medida de las retenciones móviles despertó a un nuevo sujeto social -el sector agropecuario- que se movilizó en defensa de sus intereses sobre la propiedad de la tierra, enfrentándose a las “pretensiones de un Estado que los saqueaba para sostener los planes sociales”.
Trímboli traza una genealogía entre las retenciones y los planes sociales, señalando cómo estos últimos, vistos inicialmente como una conquista del 2001, terminaron “clavando la pica en el territorio de otra clase” -la del campo- durante el kirchnerismo. Cuando los precios internacionales de los commodities se dispararon, la tensión entre ambos sectores estalló.
“Nos vimos deslumbrados por la irrupción de una fenomenal ola opositora que no estaba dispuesta a dejar pasar la resolución 125, una medida que quería modificar con regla técnica y preciosista una resultante política, social y económica tan ruda y apremiante como habían sido las lisas y llanas retenciones”.
El conflicto de 2008 marcó un punto de inflexión, revelando que incluso los “milagros” del kirchnerismo -como la política de reparación social- tenían límites y necesitaban una fuerza social y política que los sostuviera. La victoria del campo en el Senado abrió una nueva etapa en la historia argentina.