En una habitación oscura y llena de tecnología, una mujer joven y un adolescente se enfrentan en una tensa conversación. La perito Briony Ariston (interpretada por Erin Doherty) busca comprender cómo la masculinidad, ese conjunto de ideas y mandatos, ha afectado a Jamie Miller (Owen Cooper), un joven acusado de cometer un femicidio.
La serie Adolescence, estrenada recientemente en Netflix, nos sumerge en un relato elíptico y cautivador que explora los intrincados vínculos entre la masculinidad, la violencia y la paternidad. A través de su innovadora estructura de planos secuencia, la serie nos hace pensar en los laberintos y los videojuegos en primera persona, que han sido bases de la educación del carácter masculino.
Pero la serie va más allá de la mera representación de la violencia. Nos invita a reflexionar sobre cómo la masculinidad hegemónica, con sus mandatos de fuerza, invulnerabilidad y proveeduría, afecta a los hombres y a quienes los rodean. Seguimos la trayectoria de Eddie Miller (Stephem Graham), el padre de Jamie, quien se ve obligado a desarmarse y enfrentar su propia fragilidad ante la tragedia que involucra a su hijo.
La serie también nos presenta la figura de Luke Baskombe (Ashley Walters), un policía que se enfrenta a un golpe de conciencia cuando su propio hijo le muestra los códigos y significados de la “manosfera”, una red de sitios web y redes sociales que promueven la misoginia y la oposición al feminismo. Esta brecha generacional evidencia la necesidad de comprender los nuevos lenguajes y dinámicas que configuran la masculinidad en el mundo digital.
Más allá de las respuestas, Adolescence plantea preguntas fundamentales: ¿Cómo construir, reflexionar y debatir sobre modelos de masculinidad que no se basen en la adquisición del poder, la objetualización de las mujeres y la violencia? ¿Cómo acompañar a los adolescentes en su proceso de desarrollo y exploración de la sexualidad en un mundo hiperconectado y saturado de información?
La serie no ofrece soluciones definitivas, pero sí evidencia los puntos de quiebre donde estas cuestiones se vuelven problemáticas. Nos invita a repensar la masculinidad, a cuestionar los mandatos heredados y a explorar nuevas formas de ser hombre en una sociedad en constante evolución.
