En marzo de 1997, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el envío de una Fuerza Multinacional de Protección a Albania, en respuesta a una crisis que amenazaba con desestabilizar al país. Pocos años antes, Albania había sido elogiada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) como un modelo de transición del comunismo a una economía de mercado. Sin embargo, el rápido proceso de liberalización económica y privatizaciones trajo consigo consecuencias devastadoras.
El Surgimiento de las Estafas Piramidales
El proceso de desindustrialización había dejado a la mayoría de la población albanesa sin empleo formal. En este contexto, un grupo de especuladores lanzó una lucrativa iniciativa: esquemas de inversión que prometían altos rendimientos, sin respaldo de activos reales. Estas entidades informales, conocidas como “pirámides financieras”, se expandieron rápidamente, llegando a captar hasta el 80% de la población.
Empresas como Sude, Populi, Xhaferri y Vefa competían por ofrecer las mejores tasas de retorno, llegando a prometer hasta el 30% mensual. La población, empobrecida y desesperada, vendía todo lo que tenía para invertir en estos esquemas, convirtiéndose en un país de “inversores”.
La Caída de la Pirámide y la Revuelta Popular
En 1996, la pirámide comenzó a derrumbarse. La quiebra de Sude desencadenó un efecto dominó, con otras empresas declarándose en bancarrota. Entre el 70 y 80% de las familias albanesas habían perdido todos sus ahorros. Las manifestaciones en Tirana y otras ciudades se volvieron masivas y violentas, con la población exigiendo soluciones al gobierno.
El Parlamento declaró el estado de emergencia, pero la revuelta se extendió por todo el país. Grupos organizados tomaron el control de cuarteles militares, distribuyendo armas entre la población. Surgieron Consejos Comunales Autónomos y un Consejo de Defensa, que exigían la renuncia del presidente Berisha y nuevas elecciones.
Intervención Internacional y Consecuencias a Largo Plazo
Finalmente, la intervención de tropas estadounidenses y europeas, autorizadas por la ONU, logró controlar la situación al borde de la anarquía. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Se estima que entre 1.500 y 2.000 personas murieron durante la revuelta, que pasó a conocerse como “la revolución de la Lotería”.
En los años siguientes, el gobierno tuvo que iniciar acciones legales contra los responsables de las empresas piramidales, muchos de los cuales tenían vínculos con funcionarios públicos. La quiebra legal de algunas de estas compañías se prolongó hasta la década siguiente, evidenciando la profundidad de la crisis.
La caída de las pirámides financieras en Albania es un recordatorio de los peligros de la codicia, la falta de regulación y la vulnerabilidad de las economías en transición. Una lección sobre cómo la ambición desmedida puede desencadenar el colapso de un país entero.