La paradoja de la hiperconectividad
Vivimos en un mundo cada vez más conectado, pero paradójicamente, también más aislado. La vertiginosa velocidad y estridencia de este nuevo paradigma tecnológico ha traído consigo una creciente deshumanización de nuestras relaciones. Mientras que antes el “infierno eran los otros” de Sartre, ahora el infierno parece ser la falta de conexión real con los demás.
La hiperconectividad nos ha hecho perder la noción de que, detrás de cada pantalla, hay otro ser humano. Hemos naturalizado una forma de relacionarnos que se aleja cada vez más de la conjunción de los cuerpos y se acerca peligrosamente a una “gramática de la conectividad” hecha de códigos preestablecidos que no dejan espacio para la ambigüedad, los matices y la interpretación.
La mutación de la sensibilidad
Según el filósofo Franco “Bifo” Berardi, esta transformación está afectando profundamente nuestra sensibilidad y sensitividad. A medida que nuestra comunicación pasa “cada vez menos por la conjunción de los cuerpos y cada vez más por la conexión de máquinas”, vamos perdiendo “la capacidad para detectar lo indetectable, para leer los signos invisibles y para sentir los signos de sufrimiento o de placer del otro”.
En otras palabras, nos estamos volviendo menos humanos, más insensibles y anestesiados. La cosa se está poniendo robótica, y eso tiene consecuencias en cómo percibimos y nos relacionamos con los demás.
Recuperar la humanidad en la era digital
Ante este panorama, es crucial ensayar nuevas formas de concebir a los otros como sujetos, y no como meros objetos de nuestras demandas. Debemos estar más atentos a los matices, los silencios y la gestualidad que se pierden en la comunicación digital, y esforzarnos por recuperar la empatía y el respeto en nuestras interacciones cotidianas.
No se trata de caer en el pesimismo ni en el optimismo ingenuo, sino de poner de sí y ensayar estrategias para que este estado de cosas no nos arrase. Porque, como diría Barthes, se trata de aprender a vivir juntos en este nuevo mundo hiperconectado.
Sólo así podremos recuperar la humanidad que la vorágine digital parece haber devorado.