Francisco, el Papa que cautivó al mundo con su humildad y cercanía a los más necesitados, ha partido. Su muerte ha dejado un profundo vacío, pero también una herencia imborrable de solidaridad y justicia social que trasciende los muros del Vaticano.
En las calles de Buenos Aires, su ciudad natal, se vivió una despedida a la altura de su legado. Lejos de la solemnidad de la misa exequial en la Catedral, la Plaza de Mayo se convirtió en un escenario de luto, pero también de celebración. Allí, los fieles de las villas y barrios populares se congregaron para honrar a su “padre” y continuar su obra.
La Voz de los Marginados
María, una vecina de la Villa 31, recuerda a Francisco con profundo cariño: “Era una persona muy humilde, muy caritativa, siempre apoyaba mucho al que más necesita. Para mí, Francisco tiene un corazón grande. Nadie lo va a reemplazar a él”.
Juana, una mujer de origen chileno que vive en Argentina desde hace 40 años, también se siente parte de la vida de Francisco. Ella participó en la película “Los Dos Papas” y es ministra de la eucaristía, trabajando en los grupos de adultos mayores. Aunque se declara a favor del aborto, reconoce la labor del Papa en favor de los más vulnerados.
Los “Curas Villeros” y el Legado de Bergoglio
El padre Adrián, cura de la parroquia de Virgen Inmaculada en Villa Soldati, recuerda cómo Francisco, cuando aún era arzobispo de Buenos Aires, impulsó la pastoral de villas y se comprometió de lleno con las comunidades más marginadas. “Usaba ese momento para exponer sus conceptos, sus ideas, sus miradas, sus posturas críticas. Siempre los cuestionamientos eran al que estaba en el poder. Con una sonrisa, con un abrazo, pero cuestionando”, relata Adrián.
Estos “curas villeros”, como los llaman los medios, son equipos de sacerdotes con una fuerte vocación de entrega, dispuestos a un compromiso integral con los más necesitados. Ellos fueron los encargados de celebrar misas en los barrios para honrar la memoria de Francisco, llenándose de fieles que acudían a expresar su pésame.
La Periferia Llega a la Catedral
La despedida de Francisco en la Plaza de Mayo fue una imagen elocuente del cambio que impulsó en la Iglesia. Mientras en la Catedral se celebraba la misa exequial con la presencia de autoridades y dignatarios, en la plaza se vivía una fiesta de color, cantos y banderas.
Allí, los jóvenes de los Hogares de Cristo, los vecinos de las villas y los grupos de la Pastoral Social se hicieron oír, reivindicando el legado de Francisco y su compromiso con los más marginados. Carteles, pancartas y cuadros populares llenaron el espacio, convirtiendo la despedida en una celebración de la vida y la esperanza.
Como señala el padre Adrián, “entre la asunción y el funeral, la periferia llegó a la Catedral”. El papado de Francisco marcó un hito al acercar la Iglesia a los sectores más vulnerables de la sociedad, una transformación que trasciende su partida y se convierte en un legado imborrable.
Custodios de la Justicia Social
Entre los asistentes a la despedida, se destacaron las “cuidadoras comunitarias” de Villa Inflamable, mujeres que durante la pandemia llevaron comida, cuidaron y escucharon a la gente del barrio. Ellas recibieron una carta de aliento de Francisco en ese momento y hoy se erigen como guardianas de su legado.
“Obviamente que nos entristece, pero también nos enorgullece, el Papa fue nuestro. No pudo venir a la Argentina, pero bueno, se lo prestamos a otros países. Él llevó nuestra voz, hizo conocer a nuestro país y nos ayudó a construir la agenda de tierra, techo y trabajo”, afirma Norma, una de las cuidadoras.
La presencia de estos grupos, que representan a los sectores más marginados de la sociedad, es una muestra del impacto que tuvo el papado de Francisco en acercar la Iglesia a las periferias. Su partida deja un vacío, pero también una inspiración para continuar su obra de justicia y solidaridad.
Una Herencia Imborrable
La despedida de Francisco en las calles de Buenos Aires es un reflejo de cómo su legado trasciende los muros del Vaticano. Más allá de la solemnidad de la misa exequial, la Plaza de Mayo se convirtió en un escenario de luto, pero también de celebración y compromiso social.
Los fieles de las villas y barrios populares, los “curas villeros”, las cuidadoras comunitarias y los jóvenes de los Hogares de Cristo se hicieron presentes para honrar a su “padre” y continuar su obra de acercamiento de la Iglesia a los más necesitados. Su partida deja un vacío, pero también una inspiración para seguir construyendo una sociedad más justa e inclusiva, tal como lo soñó Francisco.
El Papa que cautivó al mundo con su humildad y cercanía a los marginados ha partido, pero su legado permanece vivo en el corazón de quienes se sienten parte de su familia. La periferia ha llegado a la Catedral, y esa transformación será un sello indeleble del papado de Francisco.