En un intento por estabilizar la economía argentina, el Gobierno ha implementado un nuevo esquema cambiario basado en bandas cambiarias. Pero, ¿cuál es la lógica que hay detrás de esta medida y cómo se relaciona con la teoría económica? Para entender esto, debemos primero explicar el famoso trilema de la imposibilidad, también conocido como el trilema Mundell-Fleming.
Este trilema establece que en una economía sin regulaciones cambiarias, el Banco Central no puede controlar simultáneamente el tipo de cambio y tener una política monetaria autónoma (es decir, controlar la tasa de interés o la cantidad de dinero en circulación). Si el Banco Central fija el tipo de cambio y mantiene una tasa de interés por debajo de la tasa de referencia mundial, los capitales financieros saldrán del país en busca de un mayor rendimiento, lo que obligará al Banco Central a vender reservas para defender el tipo de cambio fijo.
De esto se desprende una conclusión clave: si el Banco Central quiere tener una política monetaria autónoma, el tipo de cambio debe ser flexible y moverse libremente según la oferta y demanda de dólares. Por el contrario, si el Banco Central quiere regular el tipo de cambio, la tasa de interés y la cantidad de dinero en circulación se adaptarán a las necesidades de la economía.
Esta lógica es la que subyace en el nuevo régimen cambiario argentino. Al implementar un sistema de bandas cambiarias, el Gobierno busca lograr un equilibrio entre la flexibilidad del tipo de cambio y el control de la política monetaria. Dentro de las bandas prefijadas, el Banco Central no interviene en el mercado cambiario, es decir, no compra ni vende dólares. Esto le permite controlar la cantidad de pesos en circulación, uno de los principales objetivos del Gobierno para estabilizar la inflación.
Sin embargo, el Gobierno ha establecido un techo de 1.400 $/USD como un “freno de emergencia” en caso de que la teoría falle y el dólar se dispare. Si el tipo de cambio toca ese techo, el Banco Central se ve obligado a vender dólares para evitar que siga subiendo, y a cambio retira ese excedente de pesos de circulación. Por el contrario, si el tipo de cambio se acerca al piso de la banda, el Banco Central compra dólares y inyecta pesos, respondiendo a una demanda genuina de la gente por mantener su poder adquisitivo.
En resumen, el Gobierno espera que este esquema de bandas cambiarias le permita controlar la inflación sin renunciar a la autonomía monetaria. Sin embargo, hay riesgos inherentes a este sistema, como el hecho de que, dada la alta inflación proyectada, las bandas tiendan a perder valor en términos reales, lo que podría afectar la competitividad de las empresas argentinas.
El desafío clave será convencer al mercado y a la sociedad de que esta vez la estabilidad puede ser duradera. La historia reciente muestra que la combinación de un tipo de cambio bajo y apertura económica suele ser problemática. Habrá que ver si esta vez es diferente.