El Mayo Francés de 1968 fue mucho más que una simple revuelta estudiantil. Fue una rebelión moral contra la sociedad de consumo, protagonizada por las juventudes de una nación desarrollada que buscaban recuperar el amor, la cultura y la dignidad del trabajo. Como testigo y participante, el escritor mexicano Carlos Fuentes nos lleva a recorrer las calles de París y a descubrir la verdadera naturaleza de este movimiento revolucionario.
Más allá de una Insurrección Estudiantil
Fuentes tiene claro que lo que se estaba gestando en Francia no era una simple insurrección contra el gobierno, sino “contra el futuro determinado por la práctica de la sociedad industrial contemporánea”. Estos jóvenes rebeldes decían que la abundancia material no bastaba, que era una “abundancia mentirosa” que buscaba compensar la uniformidad de los contenidos reales de la vida.
El conflicto había nacido en Nanterre, a las afueras de París, pero pronto se extendió al centro de la ciudad, convirtiendo al Barrio Latino en el epicentro de la disputa entre policías y estudiantes. Pero la agitación no se detuvo allí, sino que se propagó por todo el país, dando lugar a una huelga general que sorprendió a todos, incluyendo al gobierno y a los propios líderes sindicales.
La Alianza Obrero-Estudiantil
Una de las características distintivas del Mayo Francés fue la alianza entre estudiantes y obreros. A diferencia de otras revueltas del 68, como la estadounidense, en Francia el movimiento revolucionario logró entrar en las fábricas, donde los trabajadores, incluyendo a los mejor pagados y calificados, se unieron a la protesta.
Fuentes describe cómo en la fábrica de Sud-Aviation, los obreros descubrieron que podían mantener la producción sin la tutela de los gerentes, dándose cuenta de que “eran adultos” y que la autogestión era perfectamente posible. Sin embargo, la CGT comunista desvió esta fuerza revolucionaria hacia reivindicaciones más tradicionales, como el aumento de salarios y la reducción de la jornada laboral.
La Imaginación en el Poder
Uno de los lemas más emblemáticos del Mayo Francés fue “La imaginación ha tomado el poder”. Fuentes recoge esta consigna, que expresaba la aspiración de los rebeldes de inventar “un mundo nuevo y original” más allá de la sociedad de consumo y la enajenación.
En las calles, los protagonistas del movimiento, entre los que se encontraban figuras del pensamiento como Sartre, Beauvoir y Cortázar, cuestionaban todo: desde las instituciones gubernamentales y sindicales hasta las propias profesiones y disciplinas. Era una revolución moral que buscaba recuperar la libertad de interrogar y poner en duda.
El Declive y las Lecciones del Mayo Francés
Aunque el movimiento entró en una fase de declive, Fuentes nos deja valiosas reflexiones sobre sus alcances y limitaciones. La unidad obrero-estudiantil se quebró después del discurso de De Gaulle y el posterior acuerdo, lo que, según algunos, creó la ilusión de que solo el poder podía actuar coherentemente.
Fuentes concluye que, a pesar de que el Mayo Francés no logró concretar una revolución, “en París hemos visto desnudo al emperador”. Las imágenes de la feliz sociedad industrial habían sido desafiadas, y el camino hacia un mundo más justo e igualitario había sido trazado.
El Mayo Francés de 1968 fue mucho más que una simple revuelta estudiantil. Fue una rebelión moral que cuestionó los cimientos de la sociedad de consumo y sentó las bases para un futuro más libre e imaginativo. La crónica de Carlos Fuentes nos invita a recorrer las calles de París y a descubrir la verdadera naturaleza de este movimiento revolucionario.