La reciente ola de inundaciones que azotó varias ciudades de la provincia de Buenos Aires ha vuelto a poner en el centro del debate la postura de Javier Milei respecto a la inversión pública. En una entrevista, Milei respondió a una pregunta sobre cómo se podría construir una ruta que conecte un pequeño pueblo con la ciudad más cercana, en caso de que no haya una empresa privada interesada, afirmando que “Si no es rentable para el sector privado, es porque no es deseable socialmente”.
Esta lógica libertaria se basa en la idea de que los mercados son eficientes a la hora de asignar recursos, tal como lo expuso Friedrich Hayek en su famoso artículo de 1945 “El uso del conocimiento en la sociedad”. Según esta teoría, los precios actúan como señales que condensan toda la información relevante, permitiendo que las personas tomen decisiones individuales que, en conjunto, resultan consistentes.
Sin embargo, la realidad demuestra que la rentabilidad privada y el beneficio social no siempre van de la mano. Aquí es donde entran en juego las “fallas del mercado”, situaciones en las que la provisión privada de bienes falla por diversos motivos.
Externalidades y Bienes Públicos
Un ejemplo clásico de falla de mercado son las “externalidades”, que ocurren cuando una actividad tiene un impacto (positivo o negativo) en un tercero, sin que este esté reflejado en el precio. Un caso típico es la contaminación, donde los costos ambientales no se internalizan en el costo de producción de la empresa, sino que son absorbidos por la sociedad.
Otro caso que contradice la idea de que solo lo rentable es socialmente deseable es la provisión pública de vacunas. Cuando una persona se vacuna, no solo se protege a sí misma, sino que también reduce la circulación del virus y protege indirectamente a los demás, a través del efecto de “inmunidad de rebaño”. Sin embargo, ni la empresa ni el consumidor pueden cobrar por ese beneficio extra que reciben los terceros, por lo que el precio de mercado no refleja todo el valor que genera la vacunación, y se produce y consume menos de lo que sería óptimo desde el punto de vista social.
El Desafío de las Obras Públicas
El caso de las inundaciones en Argentina también es un buen ejemplo de las limitaciones del mercado. Según un estudio del Banco Mundial, las inundaciones representan un importante desafío de desarrollo, con impactos ambientales y socioeconómicos considerables, y afectan al 28% de la población argentina. Sin embargo, si la obra de mitigación de inundaciones es evidentemente deseable, ¿por qué no la llevó a cabo una empresa privada?
La clave está en que el beneficio principal de prevenir inundaciones es extremadamente difícil de monetizar directamente. ¿Cómo podría una empresa privada cobrar por “no inundarse”? Esto refleja un gran problema conocido como la dificultad de “no exclusión”, es decir, la imposibilidad de impedir que una persona se beneficie de la obra, aunque no haya pagado por ella. Esto genera un incentivo para que algunos se aprovechen del esfuerzo de los demás, conocido como el problema del “polizón”.
En muchos de estos casos, la intervención del Estado no surge por capricho ideológico, sino porque simplemente no hay nadie más que pueda o quiera hacerse cargo. La vacunación masiva, las obras hidráulicas o la pavimentación de rutas que no son rentables para una concesión privada no se resuelven con teorías abstractas sobre señales de precios o con apelaciones voluntaristas a la organización vecinal.
Conclusión
La idea de que solo lo que es rentable es socialmente deseable entra en problemas cuando la realidad demuestra que las fallas del mercado y la ausencia de obras públicas esenciales pueden tener graves consecuencias para la sociedad. La intervención del Estado, lejos de ser un capricho ideológico, se vuelve necesaria para abordar estos desafíos que el mercado por sí solo no puede resolver.