Hace una década, el 3 de junio de 2015, la tierra tembló en Argentina. Miles de personas salieron a las calles para decir Ni Una Menos, dando inicio a un movimiento feminista masivo que transformaría la realidad del país. Desde entonces, esta marea verde ha recorrido un camino sinuoso, marcado por avances y retrocesos, pero siempre con la mirada puesta en un horizonte de justicia y libertad.
De la Consigna a la Acción Política
Aquel primer Ni Una Menos fue mucho más que un grito de dolor ante la violencia de género. Fue el detonante de una insurrección, una fractura en el acontecer político que sacudió los cimientos de la sociedad argentina. Rápidamente, el movimiento se expandió, incorporando nuevas demandas y voces, desde la lucha por el aborto legal hasta la denuncia de la opresión colonial, racista y clasista.
La fuerza callejera se convirtió en una corriente vibrante, que logró tejer alianzas con sindicatos, organizaciones sociales y movimientos estudiantiles. El Paro Internacional de Mujeres de 2017 marcó un hito, al interpelar a las centrales obreras y cuestionar los límites del trabajo remunerado y no remunerado.
Avances y Desafíos
Sin embargo, el camino no estuvo exento de dilemas. La demanda por mayor “seguridad” y el reclamo punitivo se colaron en el movimiento, generando tensiones y debates. Frente a esto, el desafío fue narrar la violencia machista como parte de una estructura desigual, histórica, que enmascaraba razones económicas y políticas.
Otro punto de conflicto fue la centralidad otorgada al sujeto “mujer”, que en ocasiones derivó en un esencialismo biologicista. Fue entonces cuando los transfeminismos, con su mirada interseccional, ampliaron el movimiento, incorporando las luchas de lesbianas, travestis, trans y personas no binarias.
Hacia un Frente Antifascista
Hoy, el movimiento feminista se enfrenta a un nuevo desafío: la consolidación de un gobierno neofascista en Argentina. En este contexto, la respuesta ha sido la convocatoria a una Marcha del Orgullo Antifascista Antirracista LGTBIQNB+, que reunió a millones de personas en todo el país.
Es momento de tejer un frente antifascista y antirracista que recoja los hilos de los feminismos y transfeminismos, de la lucha LGTBINBQ+ y de todos los movimientos que se resisten al arrasamiento de la vida. Una contienda en la que se pueda bailar con placer y también con rabia, pelear con goce y con inteligencia colectiva, acariciar la utopía que nos hace tanta falta para hacer del mundo un lugar en el que todes podamos vivir, soñar, investigar, aprender, jugar, comer rico y con muchos colores, descansar, desear, gozar.
Recuperar la militancia alegre, el entusiasmo por lo que el futuro pueda traer. Recordar los meandros de esos ríos profundos de los que somos parte, para soñar también de modo colectivo. Y volver a empezar. Cada vez, otra vez.