1. Movilización
Hace una década, el 3 de junio de 2015, una multitud se tomó las calles de Argentina en una protesta masiva contra la violencia de género. Ese día, el grito de Ni Una Menos resonó en todo el país y se convirtió en el detonante de un movimiento feminista que transformaría la realidad política y social.
La convocatoria inicial, impulsada por periodistas, intelectuales y activistas, rápidamente se convirtió en una explosión de diversidad y radicalidad. Banderas de colectivas feministas, organizaciones sociales, sindicatos y grupos artísticos se unieron en una marea colorida y vibrante que sacudió los cimientos del orden patriarcal.
Más allá de la consigna contra los femicidios, el movimiento pronto amplió sus demandas, incorporando la lucha por el aborto legal, la equidad de género en el trabajo y los cuidados, y la visibilización de las violencias sufridas por mujeres, travestis y personas trans.
2. De la represión al paro
La fuerza del movimiento feminista se hizo sentir de inmediato. Las denuncias de violencia de género se multiplicaron y los Encuentros Nacionales de Mujeres se desbordaron de participantes. Pero esta irrupción también generó reacciones violentas: en 2015 y 2016, las marchas fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas de seguridad.
Lejos de amedrentarse, el movimiento respondió con un Paro Nacional de Mujeres el 19 de octubre de 2016. Esta huelga feminista, convocada en solidaridad con un femicidio, tuvo un impacto internacional y sentó las bases para el Paro Internacional de Mujeres de 2017.
La herramienta del paro no fue meramente simbólica. Las trabajadoras sindicalizadas y las secretarías de género se involucraron de lleno, organizando asambleas, ceses de tareas y movilizaciones. Se formó un “bloque sindical feminista” que desde entonces motoriza los 8M.
3. Vaivenes de la marea
El movimiento feminista masivo no estuvo exento de tensiones y debates internos. Por un lado, hubo quienes reclamaban mayor “seguridad” y punición, derivando en una lógica de cancelaciones y escraches. Por otro, se buscó narrar la violencia machista como parte de una estructura desigual, histórica y política.
Asimismo, la efervescencia feminista se extendió más allá de las calles, permeando los barrios, las organizaciones sociales, los sindicatos y las universidades. Allí se discutía la distribución del poder y las tareas militantes, así como la centralidad del trabajo de cuidados no remunerado.
La lucha por el aborto legal, que tomó impulso en 2018, se enmarcó en esta politicidad transfeminista que buscaba ir más allá de las decisiones individuales, cuestionando la justicia social, el derecho al goce y el reconocimiento de las diversas identidades de género.
4. ¿Quiénes somos?
El movimiento feminista masivo, si bien se definió inicialmente como una cuestión de mujeres, fue un ámbito de confluencia y tejido junto a lesbianas, travestis y personas trans. La heterogeneidad siempre fue constitutiva, aunque la nominación descriptiva también trajo nuevos desafíos.
La centralidad otorgada al sujeto “mujer” no logró esquivar ciertos esencialismos. La condición de víctima se convirtió en un eje problemático, que dificultó la consideración crítica y la búsqueda de alianzas más amplias.
5. Hacia un frente antifascista
La pandemia y el posterior ascenso de un gobierno neofascista en Argentina representaron nuevos desafíos para el movimiento feminista. Mientras algunos sectores se institucionalizaron, otros mantuvieron una resistencia territorial y comunitaria.
Hoy, el movimiento transfeminista se enfrenta a una ofensiva reaccionaria que busca convertir en “descartables” a determinados grupos. Ante esto, se gestó una nueva movilización masiva, la Marcha del Orgullo Antifascista Antirracista LGTBIQNB+ del 1 de febrero de 2025, que reunió a dos millones de personas en todo el país.
Este llamado a la unidad antifascista y antirracista recoge los hilos de los feminismos y transfeminismos, de la lucha LGBTIQ+ y de todas las resistencias populares. Es un esfuerzo por recuperar la militancia alegre y el entusiasmo por imaginar y construir otros mundos posibles, más justos y comunitarios.