Hace una década, el movimiento Ni Una Menos sacudió los cimientos de Argentina, convirtiéndose en un poderoso símbolo de la lucha por los derechos de las mujeres y la erradicación de la violencia de género. Lejos de ser un mero evento puntual, esta movilización marcó un punto de inflexión en la historia del feminismo argentino, consolidándolo como el movimiento político más transformador y activo de los últimos años.
Las mujeres han sido testigos de esta lucha desde siempre, en los espacios más íntimos y cotidianos de sus vidas. Lo que cambió con Ni Una Menos fue la visibilización y el reconocimiento público de una realidad que siempre estuvo presente: la violencia machista que se ejerce contra las mujeres, a menudo en el ámbito privado y a manos de sus propias parejas.
Datos, Políticas y Desafíos
Antes de Ni Una Menos, Argentina carecía de un plan nacional de acción contra la violencia de género y de un registro oficial de femicidios. Gracias a la movilización, se logró articular un Plan Nacional de Acción y crear un Registro de Femicidios, dos hitos fundamentales para abordar este problema de manera integral y con datos confiables.
Sin embargo, los datos sobre violencia de género siguen siendo un campo de batalla, donde se intenta tergiversar la realidad y negar la gravedad del problema. Mientras algunos sectores se empeñan en afirmar que la violencia ha disminuido, la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema reporta 247 víctimas letales de violencia de género en 2024, con más de 200 niños, niñas y adolescentes que quedaron sin madre.
Más allá de las cifras, lo preocupante es el discurso y la práctica de vaciamiento de las políticas públicas de prevención y de igualdad de género, impulsado desde algunos sectores políticos. Esta tendencia ha representado un desafío significativo para las provincias y municipios, que han tenido que sostener estas políticas con cada vez menos recursos y apoyo del Estado nacional.
Feministas Presentes, Sociedad Ausente
Cuando el movimiento Ni Una Menos se consolidó en el mainstream político y mediático, surgieron cuestionamientos sobre dónde estaban las feministas y qué tenían para decir. Sin embargo, la realidad es que las feministas siempre han estado presentes, ocupadas en buscar respuestas a los problemas que afectan de manera desproporcionada a las mujeres y a la comunidad LGBTQ+.
La pregunta que debería hacerse es dónde están los demás. Porque si bien la sociedad argentina reconoce la gravedad de la violencia de género y cree que el Estado debe intervenir, el compromiso y la acción colectiva parecen estar ausentes. Seis de cada diez personas aún considera que las desigualdades de género son grandes, y la mayoría cree que queda mucho por hacer para asegurar la igualdad de derechos.
Exigir políticas públicas para dar respuesta a la violencia de género no es ideología, no es de casta ni de privilegiadas. Pedir un compromiso político para que el Estado haga todo lo que tiene que hacer y que utilice los recursos públicos para llevar adelante todo lo que está a su alcance para que no nos maten no es, ni debiera ser, sólo una demanda del feminismo. Esta es, sigue siendo, tiene que ser, una lucha de todas y todos.
A 10 años de Ni Una Menos, el desafío sigue siendo movilizar a la sociedad en su conjunto, más allá de las filas del movimiento feminista, para que la lucha por la igualdad y la justicia se convierta en una prioridad compartida por todos los sectores.