Cuando el Fuego Divide: Cómo la Desigualdad Moldea la Respuesta a los Desastres Climáticos
Cada verano, las llamas devoran más y más de nuestro planeta. Pero mientras comunidades enteras se consumen, los más ricos encuentran formas de proteger sus hogares. Desde brigadas privadas de bomberos hasta sistemas de alerta temprana, el fuego se ha convertido en un espectáculo de clase, donde la supervivencia se compra y se vende.
Este fenómeno no es nuevo. Remontándonos al Gran Incendio de Londres de 1666, vemos cómo las primeras compañías aseguradoras y bomberos privados nacieron de la necesidad de los más pudientes de salvaguardar sus propiedades. Pensadores como John Locke y Adam Smith reconocieron entonces que el derecho a la propiedad privada tiene límites cuando pone en riesgo la supervivencia del resto.
El Capitalismo del Fuego
Hoy, en un mundo cada vez más amenazado por los incendios forestales, la respuesta no ha sido redistribuir el riesgo, sino privatizarlo. En California, Australia, el Amazonas y otras regiones, las llamas parecen dirigirse estratégicamente hacia los hogares de los más pobres, mientras que los millonarios contratan servicios de protección exclusivos.
Pero esto no es solo un problema de los países ricos. En Argentina, el incendio de Iron Mountain en 2014 reveló cómo los riesgos ambientales recaen desproporcionadamente sobre las comunidades más vulnerables, mientras que los ricos pueden quemar lo que no les sirve sin consecuencias.
Cortafuegos de Clase
La crisis climática se ha convertido en una tecnología política de diferenciación, donde la forma en que se distribuye el daño, la protección y la capacidad de anticipación no es neutral. Es el resultado de una arquitectura de clase profundamente arraigada.
Frente a este escenario, la lucha ecológica no es solo un asunto moral, sino una forma contemporánea de la lucha de clases. La transición ecológica debe disputarse políticamente, para evitar que se convierta en una reconfiguración verde del privilegio.
Conclusión: Hacia una Ecología Justa
El fuego ya no es solo un enemigo externo, sino un síntoma del orden económico vigente. Para combatirlo, necesitamos diagnósticos que incomoden y estrategias que desborden las soluciones administradas. Solo así podremos construir un futuro donde la supervivencia no se compre, sino que se garantice para todos.