Desde que Javier Milei asumió la presidencia de Argentina, su retórica beligerante y su semántica de la violencia se han convertido en un rasgo central de la política exterior del país. Lejos de ser un mero exceso, esta forma de expresarse refleja una visión profundamente transformadora que busca redefinir los cimientos de la inserción internacional argentina.
La Doctrina Milei: Rompiendo con el Pasado
La llamada “Doctrina Milei” en política exterior se caracteriza por un conjunto coherente de principios que se alejan radicalmente de la tradición diplomática argentina. En lugar de promover la cooperación, el diálogo y la resolución pacífica de controversias, Milei ha optado por una estrategia de confrontación y ruptura.
Uno de los elementos centrales de esta doctrina es la construcción de una semántica de la violencia. A través de un lenguaje agresivo, descalificador y deshumanizante, Milei ha logrado polarizar el escenario internacional, presentando a los adversarios como enemigos a erradicar en lugar de actores políticos legítimos.
Esta retórica beligerante no solo contamina la política interna, sino que también redefine las relaciones exteriores del país. Argentina ha dado pasos concretos para alinearse con una visión “occidental” liderada por figuras como Donald Trump, Giorgia Meloni y Benjamin Netanyahu, abandonando principios históricos como el respeto al derecho internacional, la promoción de los derechos humanos y la búsqueda de la paz.
Aislamiento y Confrontación: Las Consecuencias de la Doctrina Milei
Las acciones del gobierno argentino en foros internacionales han sido elocuentes. Desde el rechazo a resoluciones sobre derechos indígenas y violencia de género, hasta la salida de la Organización Mundial de la Salud, Argentina se ha ido distanciando de los espacios multilaterales y de los consensos globales.
Esta postura ha generado reacciones de rechazo y desconcierto en la comunidad internacional. Países como Colombia, España, Brasil, Venezuela y Chile han llamado a consultas a sus representantes diplomáticos en Argentina, evidenciando el creciente aislamiento del país en la región y en el mundo.
Más allá de las consecuencias diplomáticas, la Doctrina Milei también ha tenido un impacto en la propia estructura del Servicio Exterior argentino. La introducción de auditorías ideológicas y la cancelación de concursos públicos de ingreso han socavado la profesionalidad y la estabilidad de la carrera diplomática, subordinándola a criterios políticos.
Hacia una Geopolítica Fanática
En resumen, la Doctrina Milei en política exterior representa un intento de transformación radical que va más allá de simples ajustes o correcciones de rumbo. Se trata de un cambio paradigmático que busca reescribir los cimientos de la inserción internacional argentina, abandonando principios históricos en favor de una visión confrontacional y mesiánica.
Lejos de llevar a Argentina a “las grandes ligas”, como afirman algunos de sus defensores, esta doctrina parece condenar al país a un creciente aislamiento y a la pérdida de influencia y respeto en el escenario global. Un desafío que, de no ser abordado con urgencia, podría tener consecuencias profundas y duraderas para los intereses nacionales argentinos.
