En la era digital, la ilusión de conocer a alguien se ha extendido a niveles sin precedentes. Gracias a la ubicuidad de las pantallas y la constante exposición de nuestras vidas, creemos tener un acceso ilimitado a las personas. Sin embargo, esta supuesta cercanía esconde una paradoja: mientras más vemos, menos conocemos realmente.
Como señala el filósofo Boris Groys, la compulsión de darnos a ver a través de las redes sociales y los medios de comunicación ha generado una época del “darse a ver” y del “verlos mostrarse”. Pero esta exhibición constante de nuestras vidas no implica un verdadero conocimiento del otro. Al contrario, la ilusión de conocer se activa precisamente en la distancia y la ajenidad, en esas escenas opuestas al contacto y la cercanía.
Tomemos el ejemplo de Mirtha Legrand y sus emblemáticos almuerzos televisivos. A lo largo de décadas, Mirtha ha generado una ficción de cercanía e inclusión con sus televidentes, quienes sienten que “almuerzan con ella” en sus casas. Sin embargo, como señala el texto, la cara de Mirtha ha sido “diseñada quirúrgicamente para dar bien en la pantalla”, y es el televidente quien accede a ella, no al revés. La ilusión de conocer a Mirtha se forja en esa distancia, en esa accesibilidad mediada por la tecnología.
La Ambivalencia de la Multitud
Este fenómeno no es exclusivo de la televisión. En el espacio de la gran ciudad, la sensación de anonimato y de ser “uno más” genera una ambivalencia: por un lado, una amenaza de perderse y disolverse; por el otro, una sensación de protección y refugio. Cuando alguien como Coto, el dueño de los supermercados, nos dice “Yo te conozco”, esa frase puede sonar tanto a acogida como a vigilancia.
Creer Conocer vs. Conocer Realmente
Hoy, la ilusión de conocer al otro se impone en el “engañoso régimen tecnológico de accesibilidad ilimitada”. Creemos saber cómo es alguien, cómo piensa y cómo se comporta, sin haber tenido un verdadero contacto con esa persona. Y cuando esa persona se manifiesta de manera diferente a lo que esperábamos, la reacción es increparlo por “hacerse” o “creerse” algo que no es.
Pero conocer realmente a alguien es un proceso arduo y prolongado, que nunca se acaba. La facilidad con la que creemos conocer al otro en la era digital nos impide esa verdadera conexión. Como escribió Maurice Blanchot sobre Michel Foucault: “Michel Foucault tal y como yo lo imagino”. Hoy, esa franqueza y lucidez se echan de menos.