La reciente escalada de hostilidades entre Israel e Irán no es solo un nuevo episodio en la interminable saga de tensiones entre ambos países, sino un síntoma de un orden global cada vez más frágil y fragmentado. En este escenario, las líneas rojas se vuelven invisibles y los actores juegan al filo del abismo, con el riesgo de una escalada descontrolada que podría tener consecuencias devastadoras para la estabilidad mundial.
Según un nuevo estudio, el Índice de Fragmentación Geopolítica revela que, tras la crisis financiera de 2008 y una sucesión de eventos como el Brexit, la invasión rusa de Ucrania y los conflictos en Oriente Medio, la globalización se ha estancado y abundan nuevas barreras comerciales, financieras y políticas. Este proceso de “des-globalización” ha alcanzado máximos históricos tras 2022, con el ámbito financiero y, sobre todo, el político-geopolítico como principales motores.
Riesgos de una Fragmentación Creciente
Los autores del estudio, Jesús Fernández-Villaverde, Tomohide Mineyama y Dongho Song, advierten que un shock adverso que intensifique la fragmentación podría reducir el PIB global alrededor de cuatro décimas en su punto máximo, golpeando con mayor dureza a las economías emergentes que a las avanzadas. Mientras los efectos negativos son inmediatos, los beneficios de un eventual proceso inverso se materializan de forma más lenta.
Además, el análisis sectorial indica que las ramas más vinculadas a los mercados internacionales, como manufacturas, construcción, finanzas y comercio minorista, son las más vulnerables al aumento de las barreras geopolíticas.
Implicaciones Geopolíticas y de Seguridad
Más allá de los impactos económicos, la creciente fragmentación geopolítica también tiene graves implicaciones en materia de seguridad. El conflicto entre Israel e Irán es un claro ejemplo de cómo las tensiones regionales pueden escalar rápidamente, con el riesgo de arrastrar a actores globales como Estados Unidos.
Según el análisis, el ataque israelí a objetivos iraníes buscaba, por un lado, anular la capacidad nuclear de Irán y, por otro, arrastrar a Estados Unidos al conflicto. Trump, por su parte, no descarta ninguna opción y ya ha dicho que una intervención militar está sobre la mesa.
Con el tablero global tan volátil, la posibilidad de una escalada descontrolada nunca ha sido mayor. Irán, por ejemplo, sigue teniendo misiles balísticos y la opción de bloquear o sabotear el Estrecho de Ormuz, lo que dispararía el precio del crudo y complicaría la provisión energética global, especialmente para Europa.
Hacia un Mundo Más Fragmentado y Peligroso
En este contexto, la gran pregunta es: ¿qué actor va a imponer un límite antes de que la región y el mundo crucen otro punto de no retorno? Lamentablemente, la respuesta es que nadie parece tener el control del tablero. Y eso, en geopolítica, es siempre la peor noticia.
A medida que la fragmentación geopolítica se profundiza, el riesgo de conflictos regionales y globales aumenta, con graves consecuencias económicas y de seguridad. Es fundamental que los líderes mundiales trabajen para reconstruir la cooperación y la confianza, antes de que sea demasiado tarde.