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domingo, julio 6, 2025

Más allá de los números: Explorando la complejidad del tiempo y la edad

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I. El tiempo es un enigma que desafía nuestra comprensión. Como dice el astrónomo Camille Flammarion, “el tiempo es el elemento más misterioso, el más difícil de concebir para el espíritu humano”. Aunque parezca que podemos “ganar” tiempo, la realidad es que este se escapa inexorablemente, confrontándonos con nuestra propia mortalidad.

La sensación subjetiva del paso del tiempo ha cambiado con la aceleración del mundo moderno. Antes, se decía que los jóvenes no percibían el tiempo como algo que pasa rápido, pero hoy esa sensación se ha generalizado, independientemente de la edad.

Cuerpo y edad: un desfase radical

II. Existe un desfase radical entre la clasificación de las edades y la percepción del cuerpo. En las etapas de desarrollo, la edad está relacionada con funciones corporales, adquisiciones y hitos. Pero una vez alcanzada la madurez, ese vínculo se vuelve más borroso y ambiguo. Las edades empiezan a tener más que ver con estereotipos, prejuicios y supuestos que con el desarrollo físico.

III. Como señala Roland Barthes, “la clasificación de las edades es uno de los condicionamientos, por no decir de las represiones, de toda sociedad”. Esos discursos sobre la madurez, la adultez y las edades cifran ideologías conservadoras que censuran y vigilan lo que se puede o no hacer a determinada edad.

Más allá de los límites del cuerpo y los deseos

IV. El desfase entre el cuerpo y las edades también se manifiesta en los límites de nuestros deseos. La frase “nunca es tarde” suele ser renegatoria, pues a veces sí es tarde para hacer algo que se anhela. El cuerpo y nosotros mismos tenemos límites.

V. Hay muchas prescripciones sobre la diferencia de edad en las parejas, que a menudo se ven con malos ojos, especialmente cuando la mujer es más joven que el hombre. Se habla de abuso de poder de manera inmediata, como si el poder dependiera únicamente de la edad y los genitales.

Juventud, tiempo y edad

VI. La juventud es un bien preciado, y mantenerla en la apariencia es un mandato bastante perseguidor. Pero la juventud del cuerpo se va, pero hay otros cuerpos por venir. Existe cierto gesto demagógico en el juvenilismo, al suponer que la juventud es buena per se.

VII. Marc Augé separa el tiempo de la edad: “El tiempo es una libertad; la edad una limitación”. La edad acorrala a cada uno entre una fecha de nacimiento y un vencimiento. Resistirse a la metamorfosis del cuerpo y desconocer sus limitaciones tiene consecuencias en los mandatos de juventud.

Más allá de los estereotipos

VIII. Poner la edad solo como limitación también tiene consecuencias sobre nuestro modo de estar en el mundo y de vivir y desear. Conozco una pareja que se divorció después de más de 60 años de casados, ella tenía 87 y él 90 años.

IX. Las clasificaciones etarias tienden a invisibilizar las diferencias de clase y las desigualdades sociales. Ser joven de manera no solo física, sino actitudinal, es un privilegio de clase.

X. Los estereotipos sobre la sabiduría de la experiencia son pedantes. La madurez tiene una sabiduría distinta a la juventud, pero no pasa por dar lecciones. La experiencia no es pasible de ser enseñada ni sirve como anticipación.

XI. Hoy existe una exaltación de la vejez para combatir la gerontofobia, pero que a su vez cifra nuevos imperativos. Hay una épica de la longevidad que pretende que se vaya en contra de lo esperable.

Ruth: resistiendo a los mandatos de la edad

XII. La novela Ruth, de Adriana Riva, es una obra maravillosa porque la protagonista resiste a los mandatos, a los estereotipos y a la épica de la edad. Ruth vive su vejez con las limitaciones de su cuerpo, pero también con la vitalidad de su deseo. Habla del desfasaje entre el cuerpo y la cabeza, entre ella y la época, con agudeza y sin golpes bajos.

XIII. Los eufemismos del lenguaje oficial sobre la vejez, como “tercera edad” o “cuarta edad”, no hacen sino aumentar la sensación de malestar. Ruth dice “¿Abuela? Hubiese preferido que la enfermera me gritase judía”.

XIV. El humor es una forma de ser conscientes de que vamos a morir. Adriana Riva y Nora Ephron escriben sobre el paso del tiempo y la vejez de manera desopilante.

XV. El tiempo y la edad son una escuela de zozobra. No sabemos cuánto tiempo tenemos, cuánto tiempo nos queda. Pero, como dice Ruth, “no es posible prepararse para la muerte. Tampoco para el amor”.

XVI. El poema de Mary Oliver que cierro este artículo nos invita a no molestarnos, a disfrutar del vuelo de la mariposa, a escuchar la voz del dios de la tierra y a atravesar el lago azul y los bosques con una intensa memoria del placer y un agudo conocimiento del dolor. Porque, al final, “tampoco ames tanto tu propia vida”.

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