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viernes, julio 25, 2025

Más allá de las Promesas Grandiosas: Explorando el Verdadero Impacto de las Interfaces Cerebro-Computadora

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Noland Arbaugh tenía 22 años cuando un accidente en 2016 lo dejó paralizado del cuello para abajo. Volvió a casa de sus padres, dependiendo de ellos para casi todo, y sin recursos para adaptar el baño, se duchaba en el patio. Pero hace un año, su vida cambió. Noland fue el primer paciente implantado con un dispositivo de Neuralink, la empresa de neurotecnología de Elon Musk que promete conectar nuestros cerebros a las computadoras.

Tras una operación de cuatro horas, mayormente robótica, un aplauso atronador en el quirófano celebró que el implante transmitía las señales de su cerebro de forma inalámbrica. Durante un tiempo, Noland pudo jugar al ajedrez, postear en redes sociales e incluso ganarle a sus amigos en juegos en línea, moviendo un cursor solo con pensarlo. Aunque al principio el implante detectaba el intento de mover un dedo, eventualmente pudo entrenarse para guiarlo únicamente con movimientos “imaginados”. Pero las cosas cambiaron muy rápido: un mes después de la operación, el dispositivo comenzó a fallar.

Más allá de las Promesas Grandiosas

Este caso ilustra los desafíos reales que enfrentan las interfaces cerebro-computadora (BCI), más allá de las visiones grandiosas presentadas por Neuralink y otras empresas. Si bien estos avances tecnológicos ofrecen esperanza para personas con discapacidades, también existen limitaciones y riesgos que deben abordarse con cautela y transparencia.

Las BCI no son una idea revolucionaria. Existen desde los años 60, y el concepto básico de detectar señales eléctricas neuronales para traducirlas en comandos ya permitió a un hombre tetrapléjico mover un cursor en 2004. Los aportes de Neuralink son, en esencia, proezas de ingeniería: un sistema más pequeño y fácil de insertar, con electrodos ultrafinos, un robot cirujano de alta precisión y un dispositivo craneal inalámbrico del tamaño de una moneda.

Riesgos y Limitaciones

Sin embargo, estos avances también tienen sus contratiempos. En el caso de Noland, el implante comenzó a fallar al poco tiempo porque los hilos de los electrodos se retrajeron por el movimiento natural de su cerebro en cada pulsación, obligando al equipo a hacer malabares de software para que el sistema siguiera funcionando tras perder el 85% de los sensores. Además, la batería duraba solo unas horas, lo que obligó a inventar una especie de gorra con un cable fijo para mantener la carga.

Estos desafíos técnicos demuestran que, si bien las BCI ofrecen posibilidades emocionantes, aún queda un largo camino por recorrer antes de que puedan cumplir con las promesas grandiosas presentadas por Neuralink y otras empresas. La neurología y la filosofía aún están lejos de comprender las bases de la conciencia o de condiciones complejas de salud mental, como para pretender “solucionarlas” con un chip.

Competencia y Enfoques Alternativos

Afortunadamente, Neuralink no es la única empresa en este campo. Otras compañías, como Synchron y Precision Neuroscience, están desarrollando soluciones menos invasivas, como el dispositivo Stentrode que se introduce a través de la vena yugular, o láminas de electrodos que se apoyan sobre la superficie del cerebro sin penetrarlo. Estas alternativas demuestran que el futuro de las BCI no es un monopolio y que probablemente existan distintas soluciones para distintas necesidades.

Además, existen otros avances significativos en el campo de las BCI, como el dispositivo Percept de Medtronic, que actúa como un marcapasos para el cerebro, y los sistemas que decodifican señales neuronales para convertirlas en texto o voz sintética. Estos desarrollos, a menudo impulsados por startups, requieren de mucho dinero y deben convertirse en buenos negocios para sobrevivir.

Más allá de las Promesas Exageradas

Si bien las promesas exageradas de Neuralink pueden generar titulares y atraer inversiones, es importante mantener una perspectiva realista y enfocarse en los avances concretos que pueden mejorar la vida de las personas. Meter en la ensalada preocupaciones acerca del riesgo existencial de la humanidad por el advenimiento de superinteligencias no parece ser particularmente brillante. Lo que está verdaderamente en juego son las vidas de personas reales, como la de Noland Arbaugh, quien volvió a perder la independencia que había conseguido.

En resumen, si bien las interfaces cerebro-computadora ofrecen un enorme potencial, es crucial mantener un enfoque equilibrado, priorizar la transparencia y la colaboración científica, y no dejarse deslumbrar por las promesas grandiosas. Solo así podremos aprovechar al máximo estos avances tecnológicos y mejorar verdaderamente la vida de las personas.

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