El 2 de abril de 2025, el presidente Donald Trump anunció lo que llamó “aranceles recíprocos” de un 10% para la mayoría de los países de América Latina, 38% para Guyana, 18% para Nicaragua y 15% para Venezuela. Previamente, había impuesto aranceles del 25% a México, elevándolos posteriormente a 30%. El 9 de julio, Trump decidió incrementar a 50% los aranceles a Brasil, a lo cual el gobierno de Lula da Silva respondió que sería una medida recíproca.
Según la Ley de Expansión Comercial de 1962, el presidente de Estados Unidos puede imponer aranceles invocando razones de seguridad nacional. Además, la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 permite a Estados Unidos aplicar aranceles ante prácticas comerciales consideradas desleales, lo cual se usó para justificar el castigo a Brasil.
Más allá de los aspectos económicos, el anuncio de Trump parece tener un propósito político más amplio: disciplinar a Brasil. Varios factores sugieren esto:
La Incómoda Relación de Trump con Brasil
En primer lugar, Brasil es un miembro original y activo de los BRICS, grupo que la Casa Blanca considera “anti Estados Unidos” y cuyo creciente poderío e influencia quiere revertir. Además, Lula 3.0 ha abogado por la desdolarización y el comercio en monedas nacionales, lo cual choca con los intereses de Washington.
En segundo lugar, las declaraciones de Lula sobre Israel y Gaza han crispado a Washington y Tel Aviv. Esto se suma a la tensión generada por la Orden Ejecutiva de Trump que impuso sanciones a la Corte Penal Internacional por sus “ilegítimas e infundadas acciones” contra Estados Unidos e Israel.
El Intento de Disciplinar a Brasil
En tercer lugar, Brasil ha obtenido un respaldo importante de China y Rusia para su aspiración de ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, algo que Washington probablemente no promoverá.
Además, Brasil ha pregonado que la próxima persona al frente de la Secretaría General de la ONU sea una mujer latinoamericana, lo cual podría chocar con la “agenda anti-género, anti-ambiental y anti-derecho internacional” de Trump.
En resumen, el conjunto de factores políticos parece tener un propósito básico: disciplinar a Brasil. La primera reacción observada fue un fortalecimiento de Lula y su voluntad de procurar la reelección, así como una incomodidad de los actores cercanos a Bolsonaro, quienes no pueden ahora reivindicar que el país sea castigado por Estados Unidos.
Habrá que ver cómo Brasilia y Washington manejan los días por venir sin caer en una tensión incontrolable. Por el momento, Estados Unidos quiere aumentar la presión y reforzar la naturaleza ideológica de su decisión.