El lado B de George Harrison: su apasionante vínculo con la Fórmula 1

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El vínculo único entre George Harrison y la Fórmula 1

George Harrison, el legendario Beatle conocido por tejer notas de magia con su guitarra, también encontró una armonía única entre las melodías de su música y el estruendo de los motores de la Fórmula 1. Su historia con la velocidad no fue solo una pasión, fue una sinfonía que se compuso a lo largo de su vida, desde los días de su adolescencia hasta su último compás en noviembre de 2001.

Desde temprana edad, Harrison se dejó seducir por la Fórmula 1. Como un adolescente ávido, el rugir de los motores se fusionó con su propia búsqueda de identidad. Pero fue con la fama estratosférica de The Beatles que George pudo dar rienda suelta a su amor por la velocidad de una manera única. ¿Una vuelta al óvalo de Indianápolis en una limusina con Paul, John y Ringo antes de un concierto? Eso solo podía suceder con la extravagancia que rodeaba a los Cuatro Fabulosos.

El encuentro con su ídolo en el Gran Premio de Mónaco

El año 1966 marcó un hito en la vida de Harrison. Con tan solo 23 años, se sumergió en el glamour del Gran Premio de Mónaco para encontrarse cara a cara con su ídolo, Jim Clark. La Fórmula 1, más que un deporte, se convirtió en una ventana a la elegancia y la destreza, un mundo que resonaba con las armonías de su propia existencia.

La separación de The Beatles en 1970 no solo significó un cambio en su carrera musical, sino también le permitió una conexión más cercana con su amada Fórmula 1. Los escenarios se transformaron en boxes, y Harrison se codeó con leyendas del asfalto: Jackie Stewart, Emerson Fittipaldi y Jody Scheckter, nombres que resonaban tan fuerte como los acordes de sus guitarras. La admiración profunda que Harrison sentía por los pilotos se manifestó en una oda musical. Faster, una canción que sacó su título de la autobiografía de Stewart. El videoclip, con el propio Jackie como chofer en una limusina, fusionó la elegancia de la Fórmula 1 con la magia de su música.

Un legado más allá de la música y las vueltas en la pista

Aunque nunca pisó el acelerador en una competición, Harrison experimentó la adrenalina al volante de un Lotus de Fórmula 1 en el Gunnar Nilsson Memorial de 1979, rindiendo homenaje a un piloto que partió demasiado pronto. Pero su legado en la Fórmula 1 va más allá de la música y las vueltas en la pista. En 1986, extendió su mano amiga a un joven piloto llamado Damon Hill, proporcionándole el impulso financiero necesario para poder correr. Una década después, Hill se convertiría en campeón del mundo. La última sinfonía pública de Harrison resonó en el 40º cumpleaños del propio Hill en 2000, donde guitarra en mano, ambos compartieron un momento íntimo. La despedida de Harrison de una pista fue en el Gran Premio de Canadá de 2001 antes de su silencioso adiós el 29 de noviembre de ese año.

Una sinfonía que perdura en el tiempo

Así, George Harrison, el hombre que conquistó corazones con sus acordes, también dejó su huella en el asfalto, fusionando la pasión por la música y la velocidad en una sinfonía única que aún perdura en el tiempo.

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