El 13 de marzo de 2013, el mundo se sorprendió cuando el arzobispo argentino Jorge Mario Bergoglio fue anunciado como el nuevo Papa de la Iglesia Católica Romana. Esta elección inesperada fue el resultado de un cónclave lleno de giros y vueltas, que reveló las tensiones y divisiones existentes dentro de la Iglesia.
La Renuncia de Benedicto XVI y la Activación del Cónclave
Todo comenzó con la renuncia de Benedicto XVI, un hecho sin precedentes en la historia moderna de la Iglesia. Según la socióloga Sol Prieto, esta decisión estuvo marcada por cuatro crisis que reflejaban las tensiones entre la Iglesia y la Modernidad, como el discurso de Ratisbona sobre el Islam y los escándalos de abusos sexuales. Ante esta situación inédita, se activaron los mecanismos institucionales del cónclave, donde 115 cardenales menores de 80 años se reunirían para elegir al nuevo pontífice.
Un Cónclave Inesperado y Dividido
El cónclave se llevó a cabo en un ambiente de incertidumbre, con los analistas y los propios cardenales estimando que sería un proceso largo y que reflejaría las divisiones dentro de la Iglesia. La primera votación reveló una sorpresa: el cardenal Bergoglio, conocido como el arzobispo de Buenos Aires, obtuvo un número significativo de votos, quedando a solo tres del favorito, el cardenal Scola.
En las siguientes rondas, Bergoglio fue sumando más apoyos, mientras que Scola se estancaba. Esto se debía, en parte, a que los cardenales italianos no lograban unificarse en torno a un candidato. Además, Bergoglio contaba con el respaldo de cardenales de diversos continentes, lo que lo perfilaba como un candidato de cambio.
La Elección Histórica de Francisco
Finalmente, en la sexta votación, Bergoglio obtuvo 85 votos, superando ampliamente el umbral de los 77 necesarios para ser elegido Papa. Cuando se le preguntó qué nombre quería adoptar, respondió: “Francisco”, en homenaje a San Francisco de Asís y su preocupación por los pobres.
La elección de Bergoglio, el primer Papa no europeo, el primer latinoamericano y el primer argentino de la historia, marcó un hito en la Iglesia Católica. Su llegada al papado fue vista como una señal de cambio y renovación, y su humildad y cercanía con los más necesitados se convirtieron en el sello distintivo de su pontificado.