Fernando Martín Peña es un verdadero tesoro viviente para los amantes del cine. Su casa en Villa Madero alberga una biblioteca que es mucho más que una simple colección de libros: es un verdadero santuario del séptimo arte, repleto de hallazgos únicos que no se encuentran en internet.
Una Biblioteca Única y Apasionada
Al entrar a la casa de Peña, lo primero que llama la atención son las dos bibliotecas que posee: una personal y otra profesional. La más importante se encuentra en el primer piso, con estanterías que se extienden por las paredes, interrumpidas solo por algunas ventanas y puertas. Aquí se encuentra su vasta colección de libros en español, inglés, francés e italiano, que abarcan desde crítica cinematográfica hasta biografías de figuras clave del cine.
La mayor parte del material que tengo acá no está en internet. Ese es el valor principal de mi biblioteca
, afirma Peña, quien ha logrado reunir tesoros como los libros de Homero Alsina Thevenet, Alberto Tabbia, Edgardo Cozarinsky y otros destacados críticos e investigadores del cine.
Ordenar para Descubrir
Peña tiene una filosofía clara: “Si no está ordenada, la biblioteca no sirve para nada”. Cada sección de su colección está cuidadosamente organizada, desde los libros sobre cine mudo hasta los de teoría y cine latinoamericano. Incluso tiene un archivo con materiales de películas sonoras, como fotos, críticas y postales, que le han sido invaluables para sus propios proyectos.
Pero el orden no es solo una cuestión práctica, sino también una forma de descubrir nuevas conexiones y perspectivas. Cuando te ponés a ordenar te colgás a ver cosas. Parte del disfrute del proceso de ordenar es detenerme a mirar cada libro que guardo, leer las dedicatorias que aparecen
, comenta Peña, quien a menudo encuentra sorpresas entre los volúmenes, como un antiguo libro sobre magia y ocultismo.
Más que Libros: Objetos y Recuerdos
La biblioteca de Peña no se limita solo a los libros. Entre los estantes se encuentran objetos que cuentan historias, como un tester que pertenecía a su abuelo y una cámara que era de Alfredo Murúa, el pionero del cine sonoro en Argentina. Incluso tiene una colección de cuadernos escolares forrados de azul que pertenecieron a un coleccionista de cine mudo, Félix Giuliodori, y que Peña adquirió para consultar sus fichas sobre películas olvidadas.
Pero quizás lo más sorprendente de la casa de Peña sea la colección de soldaditos de plomo que heredó de su padre, un contador apasionado por la vexilología (el estudio de banderas y uniformes). Esta impresionante colección, que ocupa varias vitrinas, es un reflejo de la diversidad de intereses y la pasión por preservar el pasado que caracteriza a Peña.
Más Allá del Cine: Literatura y Música
Si bien el cine es el eje central de la colección de Peña, su biblioteca personal también incluye una sección de literatura argentina y universal, así como una impresionante colección de vinilos y discos de pasta organizados por géneros. Aquí se puede encontrar desde Borges y Cortázar hasta Saer, cuya obra Peña está explorando en relación con la escuela de cine de Santa Fe.
Peña confiesa que su acercamiento a la literatura suele ser indirecto, a través de las recomendaciones de amigos como Elvio Gandolfo. Llego siempre indirectamente. Por ejemplo, si Elvio me menciona algo, voy corriendo y lo compro. A través de él llegué a Georges Perec, que de otra forma no lo hubiera leído jamás
, revela.
Un Legado Invaluable
La biblioteca de Fernando Martín Peña es mucho más que una simple colección de libros y objetos. Es un tesoro viviente que preserva la memoria del cine y la cultura argentina, un espacio donde el pasado y el presente se entrelazan para inspirar nuevas ideas y perspectivas. Aunque Peña lamenta no poder abrirla al público, su compromiso por mantener vivo este legado es un regalo invaluable para todos los amantes del séptimo arte.
