Hoy en día, el poder económico global no se concentra tanto en los Estados-nación como en los gigantescos fondos de inversión que se sientan en sus banquetas de mármol: BlackRock, Blackstone, Vanguard y otras conocidas como “las Big Three”. Estas empresas administran activos por un valor de 23 billones de dólares, casi el triple del PIB de toda América Latina, y son los principales accionistas del 88% de las empresas del S&P 500.
Más que simples intermediarios, estos gestores de activos se han convertido en verdaderos arquitectos del capitalismo global. Al definir las reglas del juego a través de sus criterios de inversión, aversión al riesgo y obsesión por la eficiencia, moldean las decisiones de las empresas en las que invierten. Pero su influencia va más allá, proyectándose hacia el diseño institucional, la política fiscal, la distribución espacial de la riqueza e incluso la democracia misma.
Cuando la pandemia detuvo al mundo, la Reserva Federal de Estados Unidos no recurrió al Congreso ni a un comité de emergencia: llamó a BlackRock para gestionar las compras de bonos. Ni siquiera hizo falta una licitación. Blackstone, por su parte, opera con menos glamour mediático pero igual ambición imperial, especializándose en activos reales como hoteles, viviendas e infraestructura. Donde un Estado ve déficit, Blackstone ve oportunidad.
La Mutación del Capitalismo Contemporáneo
Lo fascinante del capitalismo actual no es su omnipresencia, sino su mutación. Lo que alguna vez fue un sistema dominado por industriales y bancos dio paso a una era de gestores de activos: entidades que no solo invierten en el capitalismo, sino que lo administran, lo rediseñan y, en muchos casos, lo sustituyen.
Algunos han comenzado a hablar de un “capitalismo de gestores de activos”, donde estos fondos se comportan como empresas capitalistas por derecho propio, con intereses, estrategias y ambiciones propias. Definen qué es una “inversión sostenible”, qué sectores deben crecer y qué significa “riesgo aceptable”, convirtiéndose en los nuevos tecnócratas sin Estado ni ciudadanía.
Concentración de Poder y Amenaza a la Democracia
A medida que aumentó la participación en inversiones, la propiedad de acciones en Estados Unidos se volvió cada vez más desigual. En 1990, el 0.1% más rico poseía el 13.5% de las acciones y participaciones en fondos mutuos. En 2020, pasó a concentrar el 23%, mientras que el 50% más pobre apenas llega al 0.8% de las acciones del país.
¿Puede la política recuperar el control de lo público cuando lo público fue empaquetado en un fondo? ¿Es posible una infraestructura común si todo tiene un rendimiento esperado? Estas son las preguntas que surgen ante la creciente influencia de los gestores de activos, que amenazan con socavar los cimientos de la democracia al operar sin rendir cuentas ante los contribuyentes.
El capitalismo contemporáneo ha mutado, y ahora son estos nuevos tecnócratas del capital global quienes trazan las líneas invisibles de la interdependencia, definiendo el futuro de nuestras sociedades.