En abril de 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista Italiano (PCI) tomó una decisión trascendental que marcaría el rumbo del país en la transición post-fascista: el Giro de Salerno. Liderado por Palmiro Togliatti, este giro estratégico llevó al PCI a participar en el primer gobierno político de la Italia liberada, junto a otros partidos antifascistas.
Togliatti, recién llegado del exilio, enfrentaba un escenario complejo. Por un lado, las fuerzas antifascistas se negaban a colaborar con el gobierno monárquico de Badoglio, al que veían como un freno al cambio. Por otro, los Aliados reconocían a este gobierno como legítimo. Togliatti propuso una solución ingeniosa: dejar la cuestión de la forma de gobierno (monarquía o república) para después de la guerra, y en el presente, incorporar a todas las fuerzas antifascistas al gabinete para hacer una guerra efectiva contra los fascistas y alemanes.
La Refundación del PCI
Esta decisión, respaldada por Stalin, significó la transformación del PCI de un partido de resistencia a uno de masas, con la clase obrera como base pero abierto a amplias alianzas sociales. Togliatti dejó claro que el objetivo era una república democrática, multipartidista y con garantías de libertades, sin contradicción entre democracia y socialismo.
El Giro de Salerno tuvo importantes consecuencias. Permitió la elaboración de una de las constituciones más avanzadas de Europa en 1948, y el nacimiento de un partido comunista de masas, el más grande de Occidente, que estimuló la participación política activa durante décadas.
Luces y Sombras de la Posguerra
Sin embargo, el balance de la posguerra no fue del todo satisfactorio para la izquierda. Si bien se logró la república democrática, el poder no pasó a manos del Comité de Liberación Nacional como se esperaba, y la erradicación del fascismo tardó demasiado. Según el analista Lucio Magri, esto se debió a factores objetivos como la emergencia económica y la división norte-sur, pero también a oportunidades perdidas por parte de los comunistas.
Magri señala que se pudo haber intentado más, como impulsar una reforma fiscal, la participación de los trabajadores en las empresas o una reforma agraria. Si bien el PCI no fracasó, el autor considera que no se aprovecharon al máximo las posibilidades abiertas por el Giro de Salerno y la correlación de fuerzas favorable en ese momento.
En definitiva, el Giro de Salerno marcó un hito en la historia del PCI, transformándolo en un partido de masas que contribuyó decisivamente a la construcción de la democracia italiana de posguerra. Un proceso complejo, con luces y sombras, que merece ser analizado en profundidad.
Si la historia de la modernidad capitalista no había sido para nada lineal y progresiva, sino más bien contradictoria y costosa, ¿por qué habría serlo su proceso de superación?