I. La Lentitud como Suspensión
Roland Barthes alguna vez dijo que si tuviera que crear un Dios, lo dotaría de una comprensión lenta, “una especie de gota a gota del problema”. Y es que comprender ciertas cosas a veces lleva tiempo, no solo en el sentido cronológico, sino en la discontinuidad de lo subjetivo. Más que mucho o poco tiempo, se trata de lentitud, un ritmo desacelerado. Hoy, en un mundo vertiginoso y efímero, la lentitud se ha convertido en un lugar apacible y deseable.
II. Contra el Imperativo de la Productividad
Frente al “no hay tiempo que perder”, surge el dicho mexicano “hay más tiempo que vida” o “la vida es corta, pero el día es largo”. El tiempo se ha vuelto un bien escaso, con la constante queja de “no tengo tiempo”. Pero más allá de la precariedad laboral y subjetiva, se ha instalado una gestualidad del “estar a full”, como si nadie pudiera mostrarse con tiempo, sin apuro. El sujeto de estos tiempos parece ser el sujeto apurado, acelerado, precipitado.
III. La Fragmentación de la Experiencia
Nos hemos vuelto sujetos compulsivos, atragantados, tropezados. El mundo se ha tornado ansiógeno, y se nos recuerda constantemente el tiempo de lectura que nos llevará algo. Las plataformas ofrecen ver contenidos a mayor velocidad, y la mayoría escucha audios acelerados. La vida se ha vuelto fragmentada y fragmentaria, con la ilusión de estar informados a través de reels y “videítos” que nos llevan menos tiempo.
IV. El Cine como Oasis de Lentitud
Ir al cine se ha convertido en una forma de procurarme un espacio apartado, encapsulado, que me posibilite estar un rato aislada de la realidad. A diferencia de la lectura, en el cine uno finalmente se desentiende de todo y no está disponible para el mundo. Me exaspera ver a personas que consultan el celular en medio de la película, incapaces de esperar.
V. Elogio de la Lentitud como Modo de Ser
Este elogio de la lentitud no se refiere a la lentitud del tránsito, los trámites o procesos, sino a la lentitud como lugar, como modo de hacerle lugar a otra cosa en medio del frenesí. No se trata de una lentitud insoportable, sino de una suspensión que permite el pensamiento, la ensoñación y la imaginación.
VI. El Pensar Artesanal vs. el Pensar Industrial
Lucas Soares distingue el pensar “industrial” del pensar artesanal. El primero se relaciona con lo maquinal, la automatización y la rapidez, mientras que el segundo se vincula con la elaboración manual, la laboriosidad y la lentitud. En un presente de “tuiterización” del pensamiento, el pensar artesanal funciona como un ancla analítica que nos permite indagar cómo nuestro devenir cotidiano se ha reducido a una forma de vida ansiosa y autoexigente.
VII-VIII. Nostalgia por un Tiempo Más Lento
Al mirar propaganda o películas de otros tiempos, me asalta una nostalgia no por el pasado en sí, sino por cómo transcurría ese tiempo, con la sensación de que fluía un poco más lento. Recuerdo chistes que reflejan esa añoranza por un ritmo de vida más pausado, cuando el futuro aún no se había acelerado tanto.
IX-X. El Psicoanálisis como Oasis de Lentitud
El análisis es un lugar atravesado por la lentitud del pensar artesanal, donde el tiempo se suspende y se instaura un espacio que supera la urgencia. Es un paréntesis en medio de una ciudad estridente, un lugar reposado que le hace lugar al vértigo del cuerpo extrañado.
XI-XII. La Lectura como Experiencia de Lentitud
Leer es sinónimo de lentitud, de suspender la premura y el atolondramiento. Como dice Juan José Becerra, “la experiencia de leer no es otra cosa que la experiencia de esperar”. Leer no solo un texto, sino cualquier cosa, implica una relación con el tiempo muy personal, a diferencia de la inmediatez de la imagen.
XIII-XIV. Celebrando la Lentitud
Cuando alguien se desalienta por la extensión de un libro, les pregunto “¿qué apuro tenés?”, desactivando rápidamente esa ansiedad. Cierro con una cita de la canción “Bajan” de Luis Alberto Spinetta, que celebra la lentitud como forma de hallar la luna y el sosiego.