Cuando la Política se Vuelve un Espectáculo de Disfraces: El Estilo Barroquista Digital de Javier Milei

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En la vorágine de la política argentina, un fenómeno ha captado la atención de analistas y ciudadanos por igual: el estilo barroquista digital de Javier Milei, el candidato libertario que ha sacudido el panorama político con su discurso provocador y su estética de disfraz.

Milei, conocido por su imagen desaliñada, sus gestos exagerados y su lenguaje soez, ha logrado posicionarse como una figura controversial y polarizante. Pero más allá de sus propuestas políticas, es su estética y forma de comunicar lo que realmente llama la atención.

El Barroquismo Digital de Milei

El discurso de Milei en las redes sociales se caracteriza por un barroquismo digital que desafía los límites entre la verdad y la mentira. Sus publicaciones son un collage de elementos eclécticos: citas eruditas, fragmentos bíblicos, memes, recortes periodísticos y piezas audiovisuales creadas con inteligencia artificial.

Esta hipertextualidad genera una sensación de irrealidad, donde los planos de la realidad y la ficción se superponen. Milei parece celebrar el artificio, enarbolar la copia y hacer de la mentira una bandera. Sus mensajes no pretenden ser verdaderos, sino más bien provocar y desestabilizar.

La Política como Espectáculo de Disfraces

Pero el barroquismo de Milei va más allá de lo meramente estético. Su estilo cínico y carnavalesco pone en crisis el estatuto de la verdad en la política. Al igual que en el Barroco, los límites entre lo alto y lo bajo, lo popular y lo noble, se desdibujan.

La asesora de imagen de Milei, Lilia Lemoine, incluso se ha presentado como una experta en disfraces, afirmando que su profesión consiste en disfrazarse “de lo que le pidan sus fans o sus clientes”. Esta declaración revela una percepción generalizada: la política es un terreno de falsedades, una ficción, puro artificio.

El Impacto del Barroquismo Digital en la Política

El estilo de Milei es una expresión de la crisis de autoridad que vivimos en la actualidad. Los discursos políticos se vuelven grotescos, cínicos y mentirosos, subvirtiendo los valores tradicionales de la política.

En las redes sociales, la teatralidad es aún más palpable. Construimos identidades virtuales, avatares y lenguajes específicos, donde la distinción entre la verdad y la mentira se desvanece. La posverdad se ha convertido en la gran preocupación de analistas y expertos.

Ante este panorama, algunos defienden las antiguas verdades y denuncian la desinformación. Pero lo cierto es que las distinciones entre la verdad y la mentira han estallado. En su lugar, surgen discursos que celebran el artificio, el disfraz y la ficción, recordándonos que, en democracia, la verdad está en permanente disputa.

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