Un adiós a un grande del espectáculo argentino
Hace unas semanas se lo vio homenajeando a Héctor Alterio, dos glorias unidas del espectáculo argentino, que pasaron los 90 años y mantuvieron su vigencia.
En este miércoles falleció Pepe Soriano, a sus 93, un artista enorme que pasó por el teatro, la televisión y el cine con igual talento y que deja una trayectoria impecable para la cultura argentina.
Todavía recordamos su repartija de pan al final de su unipersonal de El loro calabrés, un espectáculo con el que recorrió todo el país y con el que llegó al exterior, siempre como a él le gustaba, del lado de la gente.
Pepe fue protagonista del mejor cine argentino, desde La patagonia rebelde a Asesinato en el senado de la Nación y muchos lo identifican con aquel inolvidable personaje de La Nona, esa abuela que se comía todo.
Una vida dedicada al arte y a la ciudad de Buenos Aires
Pepe fue ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y siempre contaba con amor, que vivía en la casa donde nació.
“Nací acá, me fui a los 25 años, cuando me casé por primera vez, y deambulé por muchos lugares. Después fui a España, cuando me propusieron interpretar a Franco. Tenía que engordar unos veinte kilos en cuarenta días. Lo vi a Cormillot (Alberto), me hizo comer un montón, y fui a hacer la película.
Después me quedé trabajando allá. Cuando volví a la Argentina, mi viejo había muerto y mi hermana me dijo que a esta casa no iba a volver. Ella tiene bisnietos y un proyecto familiar en otro lado. Así que un día me levanté en España, donde me mimaban mucho, y sentí que no era mi lugar en el mundo y regresé al país”, contó Pepe hace unos años.
Una vida llena de experiencias y renuncias
“Viví a mi manera: ensombrecido, internado por loco (“Síndrome Confusional”), con un cáncer (de vejiga), con la alegría de conocer a mi mujer y la felicidad que me brindan mis hijos y mi nieta. Con muchos amigos, algunos que ya se fueron “de gira”, como decía Osvaldo Miranda (el recordado actor). Todo fue armando mi existencia.
“Honro la vida trabajando con honestidad, a veces no teniendo lo que debería. Mantengo mi casa y punto. Ni auto me queda, dejé de manejar porque a esta edad puedo ser un peligro en la calle. No siento que lo soy, pero puedo llegar a serlo. Los reflejos ya no son los mismos”, concluyó Pepe Soriano.