La inesperada amistad entre el Papa Francisco y una mujer paraguaya trans

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La inesperada amistad entre el Papa Francisco y una mujer paraguaya trans

Laura Esquivel vivía bajo el siguiente lema: ‘Las chicas duras no lloran’. Pero la primera vez que el Papa Francisco la bendijo, no pudo evitar derramar lágrimas. Había experimentado la dureza de las calles tanto en Italia como en su natal Paraguay desde los 15 años.

Esquivel estuvo condenada en una cárcel italiana por cortar a otra mujer trans en una pelea, pero salió. Sin embargo, su vida cambió cuando el mundo tuvo que encerrarse debido a una pandemia en el año 2020. Fue entonces cuando su camino se cruzó con el reverendo Andrea Conocchia, conocido como ‘Don Andrea’, un sacerdote liberal originario de Roma que se dedicó a repartir comida a la gente más carenciada desde el patio interior de la cuadrada Iglesia de la Inmaculada Santísima Virgen.

Una de las personas que recibió los víveres fue una argentina llamada Paola, la primera mujer trans en presentarse. ‘Padrecito’, preguntó con temor detrás de enormes gafas negras, hablando mitad español, mitad italiano. ‘¿Puedes ayudarme como lo estás haciendo con los demás?’, le preguntó la mujer. Paola empezó a ir todos los días con más y más amigas, quienes le confesaron ser trabajadoras sexuales. Esto sorprendió a Andrea, pero les aseguró que su puerta estaba abierta para todos.

Laura llegó a pie. Caminó una milla y media para llegar al lugar donde se encontraba Don Andrea y éste le pidió su número. Unas horas más tarde, a las 19, sonó su teléfono celular. ‘Te lo juro, trajo de todo: pasta, arroz, azúcar, paté, aceitunas’, recordó. ‘Todo en cajas. Eran 400 o 500 euros en comida. Me dijo que lo llamara cuando necesitara algo’, recordó la compatriota.

Pero algo mejor llegaría. El encuentro de Laura Esquivel con el Sumo Pontífice. Tiempo después, ese vínculo la llevó a conocer al Papa Francisco. ‘Soy una transexual de Paraguay’, le espetó al Santo Padre en italiano. Él sonrió y respondió: ‘Tú también eres un hijo de Dios’. Ella le pidió su bendición y él le tocó ambos hombros. ‘Dios los bendiga’, dijo el Papa. ‘Tú también’, respondió Laura.

Nadie adivinaría que la noche anterior había llorado por teléfono hablando con don Andrea, temiendo la reacción de la cabeza de la Iglesia católica. ‘¿Qué diría ella? ¿Cómo debería actuar?’, se preguntó. ‘Sé tú misma’, la tranquilizó su oyente.

Laura vistió una blusa rosa intenso, jeans y sandalias blancas para su primer encuentro con el Papa, una mañana de verano de 2022. En ese momento mantuvieron una breve y amistosa conversación en una audiencia el 27 de marzo. Cuando Francisco soltó carcajada, ella le preguntó el motivo. ‘Deberíamos hablar español, somos sudamericanos’, dijo vinculando sus identidades. Cuando él se alejó, ella sintió lágrimas calientes y se ajustó las gafas de sol para ocultarlas.

En su segundo encuentro, conversaron durante el almuerzo. Llegó a conocerla lo suficientemente bien como para preguntarle sobre su salud. Además de su VIH de larga data, recientemente le habían diagnosticado cáncer. Durante el tratamiento, la iglesia le consiguió una cómoda habitación de hotel a la sombra del Coliseo y le proporcionó comida, dinero, medicinas y pruebas.

Posteriormente, los encuentros fueron más frecuentes e incluso Laura recibió el lavatorio ceremonial de los pies en la Iglesia de la Inmaculada Virgen María. Durante su tercer encuentro, Laura decidió ir vestida de una manera más audaz. Con pantalones de cuero ajustados, fue hasta la Santa Sede. ‘¿No es mucho? ¿Mi maquillaje?’, preguntó. ‘No me importa lo que piense la gente. Pero este es el Papa’, agregó.

Desde la primera fila, en la última audiencia papal antes de Pascua, mantuvo la mirada fija en el Papa que se acercaba en su silla de ruedas. ‘¡Papa Francisco!’, dijo ella, alcanzando su mano. ‘¡Laura!’, sonrió el Papa. ‘El Papa Francisco nunca me criticó ni me dijo que cambiara mi vida’, aseguró Laura, emocionada.

La enfermedad de Laura y la cercanía del Papa. Laura fue diagnosticada con cáncer de colón. Varias veces el Papa preguntó a don Andrea por la salud de Laura. ‘Es casi como si Laura se hubiera hecho amiga del Papa’, reflexionó don Andrea. Laura agradeció al Sumo Pontífice su preocupación al llevar empanadas caseras a la casa papal. Cuando los guardias la dejaron entrar, se volvió hacia don Andrea. ‘Me siento como alguien’, dijo ella. ‘Laura, eres alguien’, respondió.

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