Nuevamente, me encuentro a bordo de un barco que me trae de vuelta a casa desde Uruguay. En las elecciones presidenciales de octubre de 2024, el candidato del Frente Amplio (FA) se impuso por casi veinte puntos al del partido oficialista (44% frente a 27%). Sin embargo, para ganar en primera vuelta en el país donde nací, se requiere obtener el 50% más un voto. De lo contrario, hay balotaje. Así que, por segunda vez en un mes, he cruzado el río para ejercer mi derecho al voto.
En este momento, en el Buquebus que me trae de regreso, aún no sabemos quién ganó las elecciones. Yamandú Orsi (FA) lideraba todas las encuestas, pero la diferencia es muy pequeña y hubo muchos indecisos. Tengo nervios y mucha esperanza. Quiero capturar este momento sin noticias ni señal de internet para transmitir la felicidad intensa que nos produce a los uruguayos que residimos en Buenos Aires viajar a votar.
Una Lucha Constante por el Voto en el Exterior
En Uruguay, lamentablemente, no existe el sufragio consular. La ley electoral está diseñada para bloquear el voto de quienes tuvimos que abandonar el país expulsados por la represión o por la miseria y la falta de esperanza en un futuro. En 2009, un plebiscito rechazó la reforma que proponía el voto de los uruguayos en el exterior. Aún así, seguimos firmando petitorios y luchando para conseguirlo.
Cada vez que cruzamos el río, se produce un movimiento de solidaridad, de empecinamiento, de fortalecimiento de vínculos afectivos de largo, larguísimo trayecto a lo largo del tiempo y la distancia… y de vínculos nuevos con todos los que me rodean. Me siento un poco heroica, un poco muy militante otra vez, convencida de mis ideales que hoy podrían clasificarse políticamente como un moderado centroizquierdismo basado en la pequeñez, las tradiciones y buenas conductas cívicas de mis compatriotas.
Confianza en un Mundo Mejor
En un contexto global muy oscuro, hay una confianza (un poco exagerada tal vez) en aquello en lo que creí y sigo creyendo que es posible: un mundo mejor, más justo, más feliz. Aunque sea en pequeña escala. Cada vez que viajo a votar, ese país me convierte en la vieja adolescente idealista que fui.
No importa que Uruguay tenga defectos: la población no crece, el costo de vida es altísimo, no hay gas natural, la tasa de graduación universitaria es baja, entre muchos otros. Lo que importa es que, estoicamente, contra viento y marea, sin romper las reglas de hierro que se fraguaron tras la última dictadura para que nunca ganara la izquierda una elección, la voluntad popular sigue siendo así, sin rencores ni odios, respetuosa y conservadora. Conservadora de las buenas tradiciones: la moña azul en las escuelas, los autos frenando en las cebras, los mates, los amigos que nos queremos tanto.
Una Red de Solidaridad y Constancia
Mi primer viaje a votar fue en 1990, cuando ganamos por primera vez Montevideo. Desde entonces, no he faltado nunca. Aquel fue un viaje muy intenso, inolvidable, en uno de los ómnibus que había conseguido el Frente Amplio para ayudar a cruzar la frontera. Hoy viajo al balotaje con mi amigo de siempre, Rubens Bayardo, con quien compartimos tantos años de exilio y de estudio en la Universidad de Buenos Aires.
Gracias al trabajo maravilloso que hace el comité de base Alba Roballo del Frente Amplio en Buenos Aires, puedo realizar este viaje. No tiene local, nos comunicamos por un grupo de Whatsapp que tiene más de 150 miembros y nos reunimos de manera presencial una vez antes de viajar. Hay unos treinta comités del Frente en Argentina. El Alba Roballo fue fundado por Juan Carlos Tabarez y siempre estuvo presidido por mujeres. Sus militantes trabajan incansablemente desde hace años para lograr mantener las banderas y debatir y discutir las consignas del Frente aquí.
Un Viaje Cargado de Emoción y Solidaridad
Estamos en el medio del río y me animé a colgar la bandera del Frente en mi mochila. No tengo conexión a internet y mi celular se descargó, pero escucho gritos de alegría detrás de mí. Adela Amenábal, psicoanalista, y Magela Martínez, médica, festejan sin disimulo: ¡Cinco puntos de ventaja! Ambas fueron militantes del FER (Frente Estudiantil Revolucionario) y FER 68 en los años 70, como yo, como Rubens. Pasó medio siglo y aquí seguimos reconociéndonos.
Casi nadie más festeja. Parece que hay muchos turistas y volvimos sólo quienes no podíamos quedarnos a festejar porque teníamos que estar el lunes temprano en Buenos Aires. Los pocos que viajamos nos vamos reconociendo: la etiqueta de Orsi en un termo, las banderas atadas a los bolsos, a las cinturas. Nos vamos felicitando emocionados. Hasta los empleados de Buquebus nos saludan en voz baja. No tenemos señal ni datos precisos, pero sabemos que ganamos. ¡Qué felicidad tan grande!