El 15 de abril de 1953, dos bombas estallaron en las inmediaciones de la Plaza de Mayo, mientras se realizaba un acto peronista convocado por la Confederación General del Trabajo (CGT). El atentado dejó un saldo trágico: más de 90 heridos y 6 muertos. Este episodio, conocido como las “Bombas en Plaza de Mayo”, marcó un antes y un después en la historia argentina.
La convocatoria había surgido desde la propia CGT en respuesta a un clima político y económico cada vez más tenso. En los meses previos, se habían agravado problemas como el aumento del precio de la carne, el desabastecimiento de productos y los cortes de luz en Buenos Aires y el Conurbano. El peronismo había lanzado una campaña “contra el agio y la especulación” para frenar el alza de precios, que amenazaba el corazón de su modelo: los trabajadores, cuyos salarios se encontraban congelados.
Pero el atentado no fue un hecho aislado. Hasta entonces, estos grupos de comandos civiles habían hecho estallar artefactos explosivos en diversos puntos de la ciudad, aunque sin la magnitud del episodio de abril de 1953. Eran jóvenes, en su mayoría universitarios de buenas familias, que se consideraban “antiperonistas” por defender la “libertad” y rechazar el “populismo” de Perón.
Según las investigaciones, el ataque fue orquestado por un comando liderado por Arturo Mathov, un dirigente radical del sector unionista. Contaban con el apoyo de Silvano Santander, radicado en Uruguay, y fabricaban los explosivos en un local de los hermanos Redondo, donde también se redactaban los panfletos.
Tras las explosiones, Perón subió al escenario y arengó a la multitud, acusando a los responsables de ser “los mismos que aumentaban los precios y organizaban la falta de carne”. Su discurso encendido, en el que llegó a pedir a los manifestantes que “empezaran a dar leña”, desencadenó una ola de violencia que se extendió por la ciudad.
Grupos de manifestantes atacaron sedes de partidos políticos opositores, como el Partido Socialista, el Partido Demócrata Progresista y la Unión Cívica Radical. Hubo incendios, enfrentamientos armados y hasta un intento fallido de atentar contra la Casa de Gobierno.
El episodio de las “Bombas en Plaza de Mayo” marcó un punto de inflexión en la historia argentina. Fue el atentado con más muertos y heridos hasta el bombardeo de 1955, cuando un sector de las Fuerzas Armadas atacó a la población civil. Acaso sin este evento, aquel fatídico junio de 1955 no habría sido posible.
La violencia política se había instalado en la sociedad argentina, y el 15 de abril de 1953 fue el bautismo de fuego de los comandos civiles que, si bien no fueron determinantes en términos militares, sí lo fueron en términos de activación política. Un episodio que cambiaría para siempre el curso de la historia.