Cuando Alarcón recibió una carta del Papa Francisco, se sorprendió gratamente al descubrir la conexión inesperada que el Pontífice tenía con su trabajo y las historias que había retratado en sus crónicas sobre la vida en los barrios más desfavorecidos de Buenos Aires.
La carta, escrita de puño y letra por el Papa, elogiaba el libro de Alarcón, Si me querés, quereme transa, en el que había plasmado seis años de etnografía sobre los clanes narcos del Bajo Flores y sus sangrientas batallas por el control del negocio. Francisco, quien había nacido y crecido en Flores, se sintió identificado con ese “territorio que ha sido mi casa” y con las vidas de las personas que Alarcón había conocido.
Pero lo que más sorprendió a Alarcón fue que el Papa le mencionara específicamente una de sus crónicas sobre las niñas prostituidas en la Avenida Amancio Alcorta, la cual Francisco utilizaba a veces en sus homilías. Esto reveló el profundo compromiso del Pontífice con las causas sociales y su preocupación por dar voz a los más vulnerables, algo que había marcado su trayectoria desde sus inicios como sacerdote en las villas miseria de Buenos Aires.
“Recuerdo especialmente una sobre las niñas prostituidas en la Avenida Amancio Alcorta. Aún la uso a veces para mis homilías”, decía Francisco en su carta.
La conexión entre el Papa y el periodista se profundizaba aún más cuando Francisco mencionaba que había trabajado en el mismo laboratorio bioquímico que la madre de María Moreno, a quien le había regalado un libro de Constancio C. Vigil años atrás. Estos detalles íntimos demostraban que el Pontífice mantenía un vínculo cercano con el mundo que Alarcón había retratado en sus crónicas.
Un Legado de Compromiso Social
La carta del Papa Francisco a Alarcón no solo reveló su interés por las historias de los más marginados, sino también su preocupación por mantener ese vínculo con las comunidades a las que había servido durante toda su trayectoria sacerdotal. Francisco había sido testigo de la profunda tragedia social que azotaba a los barrios, una realidad que superaba incluso lo que Alarcón había retratado en sus crónicas de los años noventa.
En un momento político crucial, con la inminente designación del próximo líder de la Iglesia Católica, la carta del Papa argentino se convierte en un reflejo de su legado de compromiso social y su deseo de dar voz a los más vulnerables. Alarcón se pregunta si el próximo Pontífice tendrá la misma voluntad de “decirlo, denunciarlo, combatirlo” ante la profunda crisis social que azota a los barrios.
Una Conexión Perdurable
A pesar de no haber respondido a la carta del Papa, Alarcón guarda con cariño ese documento, consciente de la importancia de ese vínculo inesperado entre el periodista y el Pontífice. La caligrafía y el tono sencillo de la carta han quedado grabados en su memoria, recordándole la excepcionalidad de ese momento en el que la figura del Papa argentino dejó una marca a nivel universal.
La carta del Papa Francisco a Alarcón se convierte así en un testimonio del compromiso social y la preocupación del Pontífice por las comunidades marginadas, una conexión que trasciende las fronteras y que ha dejado una huella indeleble en la trayectoria de este periodista comprometido con dar voz a los más vulnerables.