Argentina, con sus 46.234.830 habitantes, es un país donde el fútbol es más que un deporte: es una pasión que une a la nación. Sin embargo, en medio de este fervor futbolístico, hay una voz discordante, una periodista que parece sufrir con cada logro de la Scaloneta, el apodo cariñoso de la selección argentina.
Esa persona es Julia Mengolini, una reconocida figura de los medios argentinos, que ha pasado por “mil paneles” y ahora se desempeña como conductora en Futurock, una emisora de la que también es socia accionista. Mengolini, lejos de unirse a la celebración nacional, confiesa que le dan “arcadas” con cada triunfo de la selección.
Según la propia Mengolini, su malestar se debe a razones políticas. Ella considera que los futbolistas y el cuerpo técnico de la selección no se manifiestan políticamente como ella espera, lo que los convierte en “desinteresados” y “amebas” cercanos a la “derecha”. “Yo tan termo no soy. Ahora bien….!!! Yo ya dije lo que me pasa: desde que gobierna Milei no es que soy infeliz porque encuentro la felicidad en otra cosa, pero se me empaña el recuerdo del festejo del Mundial. ¡Se me empaña!”
Una de sus compañeras de programa, “Juli”, refuerza esta postura, argumentando que los jugadores de la selección son “un producto procesado” y que “algo tenés que decir amigo. No hay nada más político que el fútbol”.
Mengolini cierra con una frase contundente: “Si te dicen lo que piensan… ¡No lo querés saber!”
, dejando entrever que los futbolistas podrían tener posturas políticas que ella no comparte.
Este caso evidencia cómo el fútbol, un deporte que suele unir a las naciones, puede también convertirse en un campo de batalla ideológico, donde las pasiones políticas se cruzan con la pasión por el juego. La Scaloneta, símbolo de orgullo y unidad para la mayoría de los argentinos, se convierte en un motivo de sufrimiento para una figura pública que parece incapaz de separar el deporte de sus propias convicciones políticas.