Rafael Ferro, un actor argentino de cine, teatro y televisión, es un adicto a los libros que no tiene una biblioteca convencional, sino que sus amados volúmenes se encuentran dispersos por toda su casa. Llegamos a su hogar un viernes de otoño y nos recibe con café recién hecho, listo para hablar de sus lecturas.
Ferro confiesa que su pasión por la lectura comenzó a los 16 o 17 años, cuando descubrió la novela Los subterráneos de Jack Kerouac. Desde entonces, se ha convertido en un lector compulsivo, que no puede dejar de leer, como si fuera una adicción. Lo mío es un vicio, no una práctica. No puedo dejar de leer, como no se puede dejar de fumar o de tomar merca. Necesito estar leyendo todo el tiempo
, afirma.
Un Cazador de Libros
Ferro se considera a sí mismo como una especie de cazador de libros, siempre en busca de esa novela que lo reenamore de la potencia de la literatura
. Describe su proceso de lectura como una búsqueda eterna, donde a veces abandona un libro si no logra captar su atención en las primeras páginas. Estoy buscando ese hachazo
, dice, refiriéndose a la frase de Kafka que lo impactó: Uno solo tendría que leer los libros que le producen el efecto de un hachazo en la cabeza
.
Entre sus libros favoritos que le han generado esa sensación, Ferro menciona Los suicidas de Antonio Di Benedetto, Eisejuaz de Sara Gallardo y Claus y Lucas de Agota Kristof. Además, destaca la importancia de los libreros, quienes lo han guiado en su descubrimiento de nuevos autores, como la reciente revelación de la escritora brasileña Ana Paula Maia.
Una Biblioteca Caótica y Entrañable
La casa de Ferro está repleta de libros, algunos ordenados en estanterías, otros apilados en diferentes rincones. Lejos de tener una biblioteca organizada, Ferro confiesa que su sistema es el caos. No tiene mucha lógica, está todo bastante mezclado. El criterio es que no hay criterio. Pero eso es divertido también, porque cuando estás buscando algo terminás encontrando otra cosa
, explica.
Además de sus propios libros, Ferro conserva algunos de su gran amigo, el escritor Edgardo Cozarinsky, quien falleció hace menos de un año. Estos volúmenes, que incluyen ediciones raras de Dostoievski, son un tesoro para Ferro, quien recuerda con cariño la complicidad y los viajes compartidos con Cozarinsky.
Transmitiendo la Pasión Lectora a sus Hijos
Ferro reconoce que aún no ha sido tan “marcial” en la transmisión de su pasión por la lectura a sus cuatro hijos, pero está comenzando a imponer ciertas reglas: Acá se lee
. Sabe que el mejor ejemplo es el que da silenciosamente, al verlo leer constantemente. Mientras algunos de sus hijos ya se han acercado a la lectura, con otros, como su hijo menor, aún libra una batalla por incentivarlos a leer.
Más allá de su adicción a la narrativa, Ferro también se ha acercado a la poesía en los últimos años, gracias a su participación en el Taller Nómade de Fabián Casas. Descubrió nuevos poetas chilenos, como Gonzalo Rojas y Claudio Bertoni, que lo han cautivado, y también retomó su propia escritura, preparando la publicación de un libro próximamente.
Rafael Ferro es un lector apasionado que ha convertido la lectura en un estilo de vida. Su hogar, repleto de libros en un caos organizado, es el reflejo de su personalidad y su búsqueda incansable de esa novela que lo reenamore de la potencia de la literatura
.