El gobierno de Javier Milei ha estado inmerso en una batalla cultural que ha trascendido las fronteras nacionales. Recientemente, el canciller Gerardo Werthein tomó una decisión sorprendente al instruir a Úrsula Basset, una de las principales exponentes de la línea ultraconservadora del gobierno, a corregir verbalmente la posición de Argentina ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre la violencia de género.
Apenas 15 días antes, Argentina había votado en contra de una exhortación de la ONU para prevenir la violencia contra las mujeres, y un mes y medio antes, había sido el único país del G20 que no apoyó una declaración sobre igualdad de género. Ahora, Basset cambió el discurso, afirmando que la Argentina reafirma su compromiso inquebrantable con este desafío global, convencida de la necesidad de redoblar esfuerzos para garantizar que toda mujer y toda niña puedan vivir en un mundo libre de violencia.
¿Autonomía de Werthein o Continuidad de la Batalla Cultural?
Este giro en la posición argentina ha generado interrogantes sobre si el canciller Werthein está logrando autonomizarse de la batalla cultural impulsada desde Casa Rosada, o si se trata de una mera maniobra táctica para evitar el aislamiento internacional del país.
Según el doctor en Ciencias Sociales y docente de la Universidad Torcuato Di Tella, Bernabé Malacalza, decir y desdecirse no cuenta para analizar la política exterior. Los que cuentan son los actos. La Argentina votó como votó en la ONU. Y la cosmovisión del presidente sigue siendo la misma: premoderna, antimoderna, contraria a la visión liberal. No se puede tomar como un giro.
Malacalza considera que la visión del presidente Milei es supremacista, civilizacionista, occidental y judeocristiana, lo que implica que no tolera la diversidad. Esto se refleja en las contradicciones y vaivenes que han caracterizado la posición del gobierno en temas de género, como lo evidenciado por el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona.
Tensiones en la Cancillería
En el Palacio San Martín, sede de la Cancillería, se observa con cautela los movimientos de Werthein. Hasta ahora, era Nahuel Sotelo, el secretario de Civilización y Culto, y Úrsula Basset quienes venían marcando la línea de la batalla cultural ante los organismos internacionales, en representación del asesor presidencial Santiago Caputo.
Algunos se preguntan si este cambio de postura de Basset en la ONU podría estar avalado por la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, quien ha expresado diferencias con Caputo. Sin embargo, las dudas cruzan no solo a Balcarce 50, sino también al Palacio San Martín.
En resumen, el giro en la posición argentina ante la ONU sobre la violencia de género ha generado interrogantes sobre la autonomía del canciller Werthein y las tensiones entre su línea y la batalla cultural impulsada desde el gobierno de Javier Milei. Mientras algunos ven un posible cambio de rumbo, otros advierten que los actos y la cosmovisión del presidente siguen siendo los mismos.